Thursday, September 30, 2004

El "acompañante"

Sí, estaba en una situación desesperada. Se casaba la última de mis colegas solteras de la oficina, incluso más joven que yo. La verdad es que no es un tema que me preocupe, sobre todo tomando en cuenta de que casarse a los 23 años nunca ha sido un plan válido para mi vida, y menos con un novio de 24. En fin, es su vida y las circunstancias eran especiales: llevaban 7 años de pololeo, ya salieron de la universidad y el próximo paso lógico era el matrimonio. Ojalá que sean felices y coman perdices “hasta que la muerte los separe”, como dijo el cura. Qué susto.
Bueno. Algunas semanas antes del evento, llegó a mi escritorio el nunca bien ponderado sobre color crema, donde estaba escrito mi bello nombre con la cuidada letra de la novia. Sumamente atinada, antes me preguntó qué demonios ponía al lado, para sondear si existía algún nombre específico que quisiera ver puesto junto al mío. Yo creo que sólo con mi cara comprendió y utilizó la elegante palabra “y acompañante”.
Y acompañante.
Pensé seriamente en dármela de mujer liberal del Siglo XXI e ir sola, estupenda y regia y proclamando a los cuatro vientos que no necesitaba ningún hombre al lado para pasarlo bien, pero después recordé que la última vez que hice eso me aburrí como una ostra sentada en la mesa de los primos chicos de la novia y algunos loosers que no habían conseguido a nadie que los acompañara por razones evidentes. Finalmente, bailé mucho menos de lo que pretendía, y me fui de la fiesta tipo 2 de la mañana, bastante arrepentida de, por último, haber llevado yo a mi propio looser.
Esta vez sería diferente. Comencé a pensar en todos los amigos de la vida que podrían ser potenciales parejas. Claro que es una elección importante, porque cuando invitas a alguien a un matrimonio donde predominan parejas de ídem y tortolitos que quisieran estar en el altar, es bastante probable que al susodicho se le ocurran un par de cosas contigo. Por lo tanto, tenía que elegir a alguien tan pero tan amigo que no existiese ninguna posibilidad de romance, o alguien con quien no fuera tan malo imaginarse llevar a cabo ese par de cosas.
Alternativa número 1: Andrés, mi amigo del alma. Favor: Me conoce incluso más de lo que me conozco yo y que en sus propias palabras “aunque me viera en pelota no sentiría nada”. Bastante dudoso el piropo, pero así es él. Contra: trabaja en otra región y estaba media sentida con él por su larga ausencia de llamados telefónicos. Descartado.
Alternativa número 2: Toto, un amigo que tengo por ahí, con el que alguna vez congeniamos un poco más allá que la pura y simple amistad. Podría ser. Contra: Es más tieso que un palo de escoba, por lo que mi condena iba a ser estar sentada toda la noche (incluso cuando sonara Rafaela Carrá) o salir a bailar sola. Descartado.
Alternativa número 3: Mister miércoles. A favor: era mi última conquista en el tiempo, a menos que cuenten al freaky de mi cita a ciegas. En contra: sería darle demasiada importancia, sobre todo tomando en cuenta que desapareció en acción días después de haberme jurado que de verdad le interesaba. Descartado.
Alternativa número 4: Ya al borde de la desesperación (es sólo una expresión figurativa) y como por arte de magia, apareció Ricardo en msn. Él es un amigo al que conozco hace más o menos 3 años. Cuando lo conocí me encantó, e incluso pensé que estaba enamorada de él; con los años y la madurez, me fui dando cuenta de que lo que predominaba entre nosotros, lejos de ser el amor verdadero, era sólo una fuerte atracción física. Además, el baila estupendo, y lo pasamos muy bien cuando salimos juntos. Claramente, esa era la mejor alternativa. A favor: es un muy buen amigo, y un excelente bailarín. En contra: era una alternativa bastante cercana el terminar en mi departamento a altas horas de la madrugada. Sin embargo, la última vez que nos habíamos visto (en mi cumpleaños), no había pasado nada entre los dos, por lo que pretendía tener controlada la situación.
Se portó como un caballero. Llegó en su auto, bien estupendoso, con un terno a lo Gabriel de Tentación, que realmente le sentaba bien. Ni que decir que bailamos sin parar, como hasta las tres de la mañana. Por pudor, les ahorro el resto, y sólo baste con decir que se fue de mi casa a las siete de la mañana.
¿Y qué tanto, me pregunto, si de todas las solteras que hay en este mundo yo debo ser una de las más representativas? Sé que he dicho que odio a los hombres y que no quiero que se me acerque ninguno ni a medio metro de distancia, pero nunca es malo algo de compañía
¿Hay alguien que esté planeando invitarme a su matrimonio?

Monday, September 13, 2004

El ex

Sabía que tarde o temprano tenía que suceder, pero había evitado con todas mis ganas que lo que temía sucediera. La verdad es que era bastante difícil aplazarlo más, por las variadas circunstancias de la vida.
Encontrarme con mi ex. Hasta ahora, el hombre con el que he mantenido la relación más larga de mi historia sentimental. El mismo que terminó esa misma relación, dejándome como un estropajo humano y odiando a la raza de los hombres.
Por mí, nunca más lo hubiese visto en mi vida, y hasta ayer lo había logrado, incluso siendo la mejor amiga de su hermana. Y es que después de que terminamos, seguimos conversando y siendo amigas como si nada hubiese pasado. Claro que era (y sigue siendo) una amistad bastante extraña, ya que el tema de su hermano está vedado y yo jamás iba a verla a su casa.
Pero ayer, dentro de todo lo cabecita de pollo que he andado -creo que porque mi cuerpo me está pidiendo a gritos unas vacaciones- llegué a mi departamento dispuesta a tirarme cuán larga soy en mi cama y no despertar hasta el otro día. Sin embargo, llegando a la puerta, me di cuenta de que la muy tonta había dejado las llaves adentro, y que la única capaz de salvarme era nada más y nada menos que mi amiga, quien tenía las llaves de repuesto.
OH Dios, qué no me encuentre con él, repetía yo mientras marcaba el número de su casa de un teléfono público (Murphy me acompañó en pleno, al celular se le había acabado la batería), así que me tranquilicé un poco al saber que sólo estaba mi amiga, con su mamá y la hermana.
Claro que, como se imaginarán las cosas no fueron tan simples. Iba a menos de una cuadra de la casa (en el camino me habían surgido algunos recuerdos que quería desterrar de mi mente) cuando veo entrar a mi ex con su polola tomados de la mano.
Pensé en darme la vuelta y salir corriendo, pero como eso significaría no poder entrar a mi casa o pagar muy caro por un cerrajero que me fuera a auxiliar a las nueve de la noche de un día domingo, dije una pequeña oración de ayuda y golpeé la puerta.
Una vez dentro, se podía cortar el aire con un cuchillo. Mi corazón latía a mil por hora mientras conversaba con los ex suegros y la tía me invitaba a tomar una taza de te (como si hubiese podido tragar algo en esas circunstancias). Sabía que no era cómodo, ni para él -que ni siquiera atinó a saludarme hasta quince minutos después de mi llegada-, ni para mí, que decidí en ese minuto sacar las copias de llaves que fueran necesarias para no volver a pasar por esa experiencia otra vez.
De vuelta a la casa, pensé que por lo menos era algo que tenía que pasar tarde o temprano. Sin embargo, las circunstancias en que lo había planeado eran bastante diferentes a aparecer como la perna más perna en la puerta de su casa, chascona y cansada después de un viaje de tres horas y con cara de angustia porque no podía entrar a mi casa.
Yo me imaginaba volver a esa casa por lo menos con la compañía de un nuevo hombre, evidentemente feliz de la vida y totalmente producida, cosa que él llegara a pensar por un momento en la mujer que se perdió. Obviamente, después de casi dos años de que terminamos, se encontró con la misma mujer que dejó, e incluso un poco más chascona y pálida, tal vez agradeciendo haberse librado de mí.
Pero bueno, ¿qué se le va a hacer?
Así que llegué a mi casa, hice las cosas que tenía que hacer y me tiré en la cama. Pensando, hasta lloré un poco, pero después tomé Harry Potter 5 y me fui de este mundo por un par de horas.