Wednesday, October 24, 2007

10 años de egreso

Estoy emocionada! Este fin de semana vamos a celebrar con mis compañeritas de curso los 10 años de salida de colegio. Nos vamos a Pichilemu, a recordar viejos tiempos, reírnos a carcajadas, tomar vino con durazno y bailar las mismas canciones que bailábamos a los 17. Si esto no logra rejuvenecernos, nada lo hará!!!!
Hemos estado preparando este paseo desde el año pasado, recolectando fotos (de papel, ha sido un parto escanearlas porque recordemos que hace 10 años no existían las cámaras digitales), bajando música y acumulando recuerdos de la época de estudiantes.
Muchas no van a poder ir, por diferentes motivos, pero sé que estarán ahí en espíritu...
Después del paseo les cuento los detalles de tan magno evento...

Thursday, October 04, 2007

La Lola

Mi abuela tiene 98 años. O eso es lo que dice su carnet, porque sabemos que antes la gente que vivía en el campo iba sólo una vez al registro civil, cuando se le juntaban la cantidad de hijos suficientes para saber que ya no tendrían más, y ahí cruzaban el campo, tomaban la carreta y a la parvada de niños y se iban a inscribirlos. Para que al menos tuvieran un nombre oficial. Para que al menos el mundo supiera que existían.
Los hermanos sobrevivientes de mi abuela eran 4, 5 con ella. Mi abuela, Elsa, era la mayor. Luego venía la Berta, Eduardo, la María y el Nano (siempre le dije tío Nano, y ahora me vengo a dar cuenta de que nunca supe como se llamaba).
La Berta se casó con un árabe inmigrante musulmán que se vino a establecer a Chile, así que tomó sus cosas y se fue a vivir a Melipilla. El Lalo nunca quiso salir de su casa en el campo, así que ahí se quedó y tuvo a su familia. Lo mismo le pasó a la María, pero ella nunca se casó: yo la recuerdo como una viejecita desdentada, sentada frente al brasero y siempre, siempre, terminaba ofreciéndonos una gran caña de mistela y un pedazo (que pedazo!) un cuarto de torta de biscochuelo con manjar cubierta con merengue. Y el tío Nano era el menor y según mi abuela, el más buenmozo. Dicen que parecía una estrella de cine, que era el más cotizado por las niñas del pueblo, y terminó casado con la Ofelia, la más linda de todas. Pero al Lalo, la María y el Nano se los llevó la trombosis, hace años atrás. De los cinco, sólo quedan las mayores, la Elsa y la Berta. La Elsa es mi abuela, más conocida por Lola.
La Lola es una mujer excepcional. Mi abuelo, contraviniendo los deseos de los suegros, un día la raptó para poder casarse con ella, con el cura como cómplice de esta boda, y se la llevó a vivir a una linda casa de campo.
La Lola nunca se conformó con ser sólo una dueña de casa, no, ni lo imaginen. La Lola se levantaba a las 5 de la mañana, ordeñaba las vacas para hacer queso, tejía mantas y ponchos en el telar, cultivó un hermoso jardín, amasaba y cocía pan y tenía un huerto. Cuando empezaba el Mes de María, todas las vecinas se reunían a rezar en una gruta que ella tenía en el patio, siempre lleno de hermosas flores fragantes. También se ocupó de criar a 3 niños: Humberto, Patricio y Manuel. Pero el Manolito murió a los pocos años, le dio una pulmonía que no había nada que hacer y simplemente se fue, así que quedaron los dos hermanos que ahora son conocidos como Chacho y Pato.
Un buen día, al gobierno le pareció una estupenda idea hacer un embalse, justo en el valle donde vivían mis abuelos, así que empezaron a comprar todos los terrenos del sector. De esta manera, la Lola tuvo que cruzarse de brazos y mirar con profunda tristeza como su jardín, su huerto y su hermosa casa donde habían crecido los niños desaparecía bajo el agua, hasta que no se vio más que la punta del techo sobre el lago.
Debido a esto, mi abuela tomó el telar y sus cosas y se fue a la nueva casa, donde aún vive. También es una casa hermosa, construida en la cresta de una loma y rodeada de árboles. Pero tengo la impresión de que nunca la ha considerado su casa, porque su casa está en el fondo del lago, aunque es en este lugar donde ha visto nacer a sus nietas (tiene 7 nietas mujeres, incluida yo) y a sus ocho bisnietos.
Desde que tengo memoria mi abuela es viejita, y es obvio, si pensamos que cuando yo nací ya tenía más de 70 años. Claro que las cosas han cambiado, porque cuando yo era chica siempre estaba trabajando, arando el huerto, dándole comida a las gallinas o pelando duraznos para hacer conservas o mermeladas. Ahora, cada vez que la veo la encuentro más viejita, como si de a poco se fuera consumiendo, como una vela.
Ya nos ha amenazado al menos dos veces, una vez que se resfrió y le derivó en pulmonía (porque los resfríos de uno no son lo mismo que de alguien de más de 90 años), y otra vez que se cayó y se quebró la cadera. El doctor dijo que lo más probable era que nunca volviera a caminar, pero como estamos hablando de la Lola, en un par de meses ya andaba en un burrito por toda la casa.
Desde esa caída, la Lola ya no ha sido más la Lola, aunque su cabeza y su lengua siguen tan bien como si tuviera 20. El otro día le presenté a Jose, y le dijo “cuide a esta niñita, mire que es bien polola”, sembrando la duda en la mente de mi pololo. En incontables ocasiones la he tratado de sobornar y/o engatusar para que me entregue los secretos de sus recetas de cocina, como la cazuela, la tortilla de rescoldo, el manjar casero y unos panes dulces cubiertos de merengue que se llamaban “Pajaritos”, pero no me suelta prenda.
Todos los días, pero todos los santos días de su vida, la Lola reza un rosario. Según dijo, reza por cada una de sus nietas (yo creo que ahí reside mi salvación), por los enfermos, por los pobres y por las benditas ánimas del purgatorio.
Lo peor es que cada vez que voy a verla, sé con certeza que no le queda mucho tiempo con nosotros. De hecho, creo que el que haya vivido 98 años de vida y que pueda disfrutar de ella hasta ahora es una bendición, tanto para mí como para mi familia. Lo único que espero es que cuando se vaya, siga cuidándome y rezando por mí desde el cielo.

Recuerdos literarios

Mi amiga Paula me inspiró a escribir algo respecto de mis recuerdos literarios. Y pese a que comenté en su blog, me quedaron ganas de seguir repasando mi historia de amor con los libros. Como puse en el post, mi primer encuentro con un libro fue en un viaje a Santiago con mis papás, donde vi en un escaparate de una librería el libro "Annie", ilustrado con tapas rojas duras y un olor a papel recién impreso que aún guardo en mi memoria. Justamente había visto la película, así que pedí que me lo compraran y me lo leí con entusiasmo. Creo que ese fue justamente el comienzo de mi idilo, puesto que en el libro salían muchas cosas más detalladas que en la película, incluso con otro final, y de ahí no pude parar de leer nunca más.
Una de las escritoras que marcó mi infancia fue Luisa M. Alcott. Convivía con sus personajes infantiles y adolescentes, con las desventuras de "Mujercitas" (recuerdo que ellas se ponían una pinza en la nariz para dormir a ver si se ponía respingonas), "Hombrecitos", "Jack y Jill", "Bajo las Lilas", "Una chica a la antigua", riendo y llorando con sus historias. Obviamente, Papíto Piernas Largas (también de tapas rojas duras), me encantó, y fuí la niña más feliz de la tierra cuando Yudi descubre quién era su protector. Otros libros que marcaron mi infancia fueron "La Porota de Hernán del Solar, Las aventuras de Tom Sawyer, Alicia en el mundo de las Maravillas y el Diario de Ana Frank.
Papelucho fue mi fiel acompañante de muchos días de infancia, haciéndome reir mucho con sus ocurrencias y sus dichos (choriflai, macanudo), así como Condorito y su amigos.
Más grande, descubrí en la biblioteca de mi casa un libro rojo, con más de 1.000 hojas tipo biblia, que era una colección de libros de Agatha Christie. No fue más que empezar a leerlo para no poder parar nunca más (Debo decir que soy un poco obsesiva con los libros porque en esa ocasión, recuerdo que me levantaba, comía y hasta me duchaba con el libro abierto, para no perder ni un minuto de leer). A ese siguió otro, otro y otro (mi favorita es Miss Marple), hasta que el otro día hice un recuento y creo que sólo me faltan 7 libros para completar toda la historia literaria de Agatha.
Una de las cosas que debo hacer al menos 4 veces al año es mi peregrinaje personal a San Diego, lugar donde buceo en el universo paralelo de libros viejos, con olor a guardado y anotaciones personales de gente a quien no conozco, pero que compartimos la misma historia.
Debo confesar que por lo general soy bien "best selleriana", en el sentido que leo lo que me entretiene, más que lo docto. Eso explica en parte mi afición a los libros de escritores más masivos, policiales, o de terror. Y ahora, con esto de los e-books, he bajado un montón de libros en internet. Hoy en día, mis autores son Patricia Cornwell (Escribe la historia de una patóloga forense-abogada que descubre crímenes), Stephen King (algunos libros, como El resplandor), Robert Bloch (Psicosis), Ira Levin (El Bebé de Rosemary, Las poseídas de Stepford).
Sin embargo, mi mayor amor literario es Tolkien, y mi mayor deseo es haber conocido la Tierra Media y a los hobbits (creo que de hecho, reuno muchas características de uno jajaja), y toda la carga literaria de este gran autor.
Me encantaría, alguna vez, hacer un peregrinaje personal a Inglaterra. Inglaterra es Narnia, es la Tierra Media, es el país de Agatha, de Sherlock Holmes de Harry Potter (obvio que me he leído todos los libros de Harry como 5 veces cada uno, el último lo encargué a Amazon en inglés y me lo leí antes en internet) y de todas las historias misteriosas que esconde la permanente niebla londinense.