Thursday, October 04, 2007

La Lola

Mi abuela tiene 98 años. O eso es lo que dice su carnet, porque sabemos que antes la gente que vivía en el campo iba sólo una vez al registro civil, cuando se le juntaban la cantidad de hijos suficientes para saber que ya no tendrían más, y ahí cruzaban el campo, tomaban la carreta y a la parvada de niños y se iban a inscribirlos. Para que al menos tuvieran un nombre oficial. Para que al menos el mundo supiera que existían.
Los hermanos sobrevivientes de mi abuela eran 4, 5 con ella. Mi abuela, Elsa, era la mayor. Luego venía la Berta, Eduardo, la María y el Nano (siempre le dije tío Nano, y ahora me vengo a dar cuenta de que nunca supe como se llamaba).
La Berta se casó con un árabe inmigrante musulmán que se vino a establecer a Chile, así que tomó sus cosas y se fue a vivir a Melipilla. El Lalo nunca quiso salir de su casa en el campo, así que ahí se quedó y tuvo a su familia. Lo mismo le pasó a la María, pero ella nunca se casó: yo la recuerdo como una viejecita desdentada, sentada frente al brasero y siempre, siempre, terminaba ofreciéndonos una gran caña de mistela y un pedazo (que pedazo!) un cuarto de torta de biscochuelo con manjar cubierta con merengue. Y el tío Nano era el menor y según mi abuela, el más buenmozo. Dicen que parecía una estrella de cine, que era el más cotizado por las niñas del pueblo, y terminó casado con la Ofelia, la más linda de todas. Pero al Lalo, la María y el Nano se los llevó la trombosis, hace años atrás. De los cinco, sólo quedan las mayores, la Elsa y la Berta. La Elsa es mi abuela, más conocida por Lola.
La Lola es una mujer excepcional. Mi abuelo, contraviniendo los deseos de los suegros, un día la raptó para poder casarse con ella, con el cura como cómplice de esta boda, y se la llevó a vivir a una linda casa de campo.
La Lola nunca se conformó con ser sólo una dueña de casa, no, ni lo imaginen. La Lola se levantaba a las 5 de la mañana, ordeñaba las vacas para hacer queso, tejía mantas y ponchos en el telar, cultivó un hermoso jardín, amasaba y cocía pan y tenía un huerto. Cuando empezaba el Mes de María, todas las vecinas se reunían a rezar en una gruta que ella tenía en el patio, siempre lleno de hermosas flores fragantes. También se ocupó de criar a 3 niños: Humberto, Patricio y Manuel. Pero el Manolito murió a los pocos años, le dio una pulmonía que no había nada que hacer y simplemente se fue, así que quedaron los dos hermanos que ahora son conocidos como Chacho y Pato.
Un buen día, al gobierno le pareció una estupenda idea hacer un embalse, justo en el valle donde vivían mis abuelos, así que empezaron a comprar todos los terrenos del sector. De esta manera, la Lola tuvo que cruzarse de brazos y mirar con profunda tristeza como su jardín, su huerto y su hermosa casa donde habían crecido los niños desaparecía bajo el agua, hasta que no se vio más que la punta del techo sobre el lago.
Debido a esto, mi abuela tomó el telar y sus cosas y se fue a la nueva casa, donde aún vive. También es una casa hermosa, construida en la cresta de una loma y rodeada de árboles. Pero tengo la impresión de que nunca la ha considerado su casa, porque su casa está en el fondo del lago, aunque es en este lugar donde ha visto nacer a sus nietas (tiene 7 nietas mujeres, incluida yo) y a sus ocho bisnietos.
Desde que tengo memoria mi abuela es viejita, y es obvio, si pensamos que cuando yo nací ya tenía más de 70 años. Claro que las cosas han cambiado, porque cuando yo era chica siempre estaba trabajando, arando el huerto, dándole comida a las gallinas o pelando duraznos para hacer conservas o mermeladas. Ahora, cada vez que la veo la encuentro más viejita, como si de a poco se fuera consumiendo, como una vela.
Ya nos ha amenazado al menos dos veces, una vez que se resfrió y le derivó en pulmonía (porque los resfríos de uno no son lo mismo que de alguien de más de 90 años), y otra vez que se cayó y se quebró la cadera. El doctor dijo que lo más probable era que nunca volviera a caminar, pero como estamos hablando de la Lola, en un par de meses ya andaba en un burrito por toda la casa.
Desde esa caída, la Lola ya no ha sido más la Lola, aunque su cabeza y su lengua siguen tan bien como si tuviera 20. El otro día le presenté a Jose, y le dijo “cuide a esta niñita, mire que es bien polola”, sembrando la duda en la mente de mi pololo. En incontables ocasiones la he tratado de sobornar y/o engatusar para que me entregue los secretos de sus recetas de cocina, como la cazuela, la tortilla de rescoldo, el manjar casero y unos panes dulces cubiertos de merengue que se llamaban “Pajaritos”, pero no me suelta prenda.
Todos los días, pero todos los santos días de su vida, la Lola reza un rosario. Según dijo, reza por cada una de sus nietas (yo creo que ahí reside mi salvación), por los enfermos, por los pobres y por las benditas ánimas del purgatorio.
Lo peor es que cada vez que voy a verla, sé con certeza que no le queda mucho tiempo con nosotros. De hecho, creo que el que haya vivido 98 años de vida y que pueda disfrutar de ella hasta ahora es una bendición, tanto para mí como para mi familia. Lo único que espero es que cuando se vaya, siga cuidándome y rezando por mí desde el cielo.

2 comments:

Nacho said...

Lo hará. Seguro.

Aunque las cosas son distintas, mi abuela era igual. Será que lo que no cambian son las Abuelas.

Hoy sigue rezando por sus nietos desde el cielo. Seguro.

Un saludo.

cota said...

QUE HERMOSOS RELATO, YO QUE CONOZCO A TU LOLA RECORDÉ A MI CHELITA, VIEJAS APERRADAS Y PARIENDO SIN MÁS ALIVIO QUE PAÑOS TIBIOS. AMIGA YO QUE APELO POR EL RESCATE DE TRADICIONES ANDA Y ATESORA TODO ESO, INCLUSO LAS RECETAS DE LOS PAJARITOS MMMMM... TE QUIERO TONTONA BESOS