Thursday, December 01, 2005

MINO SE NECESITA

Se necesita mino como acompañante a evento social. Requisitos: Alto, bien parecido, buen bailarín, ojalá con medio de transporte propio. No se requiere experiencia ni demasiada inteligencia. Psicópatas, degenerados sexuales y drogadictos abstenerse. Escribir a lajovendesesperadaenbuscadeparejaparaelmatrimoniodelahermanadelex@hotmail.com

Este aviso en el diario será mi último recurso, si es que a fines de enero no encuentro un mino para el matrimonio de la Jose. En un principio, el matrimonio estaba programado para octubre, lo que me daba casi un año para conocer al hombre ideal; después, a mi amiga se le ocurrió casarse en abril, lo que ya me reducía el tiempo; ahora, me avisa que el matrimonio se adelantó para ¡¡¡Febrero!!! Lo que me hizo entrar en estado de shock.
Ya se que hace sólo un par de semanas fui al matrimonio de la Cote y lo pasé chancho, en compañía de mi querido amigo Jorge. Nos quedamos hasta las seis de la mañana, nos reímos demasiado y la novia estaba preciosa, como una princesa de cuentos de hadas.
Sin embargo, ahora es diferente, más que nada porque la Jose es la hermana de mi ex. Del único individuo que merece con propiedad ese nombre “ex”, después de haber estado juntos por casi un año.
Aquí, simplemente no existe la alternativa de ir sola. Ni cagando, menos cuando el innombrable va exactamente con la misma polola por la que me dejó, hace como tres años atrás. No pretendo ni por un instante llegar dando lástima frente a toda su familia, como “la pobre niñita que nunca superó a Gonzalo y llega solita”. Si es así, preferiría incluso no ir, pero tampoco está esa alternativa, puesto que soy la TESTIGO del matrimonio, privilegio por ser la mejor amiga de la novia.
Es en estas ocasiones de la vida cuando detesto estar sola (hay otros momentos, como cuando llueve y hace frío, o cuando ya siento que voy por la senda segura de la revirginización), pero este sí es el desastre total, sobre todo por que mi orgullo me llama a llegar del brazo de un tremendo mino, o por último, con alguien que me haga zapatear el corazón cada vez que lo miro.
Y maaal porque estoy tan, pero tan floja para salir, que yo misma reduzco visiblemente las posibilidades de conocer gente nueva. A la salida del trabajo, me dan unas ganas enormes de irme derechito a la casa, acostarme con el ventilador en plena cara a leer o ver televisión, y a las diez y media ya soy un tronco durmiendo. Súmenle a eso que todas mis actividades son mujeriles: una oficina llena de progesterona, danza árabe y juntaciones con mis compañeras de colegio.
Y bueno, si finalmente ni el aviso en el diario resulta, siempre está la posibilidad de llamar a Scooby Doo, o comprarme un muñeco inflable...¿Será mucha la diferencia?

Wednesday, November 23, 2005

VOTEN POR MI....

Como estamos en plena etapa previa a elecciones, los nervios cunden y los políticos tiritan, hago el llamado a ustedes, amigos míos, a que voten por mí. Mi gobierno será totalmente demagógico, corrupto y de carácter indefinido, con posibilidades de reelección hasta el infinito, incluso heredable a mis sucesores hasta la décima generación.
Para no tener conflictos con ninguno de nuestros vecinos, le entregaremos a Perú todo el mar y territorio comprendido entre Arica y Caldera, y a Bolivia, entre Caldera y La Serena. A nuestros queridos hermanos argentinos, desde Temuco para abajo, y así quedamos con un país bastante manejable, desde La Serena a Temuco, lo cual reduce de manera importante la cesantía y aumenta el fondo de pensiones para repartir entre menos personas. Un punto importante es que antes de hacer esta cesión, todas las cárceles serán trasladadas a las ciudades que quedan fuera de la línea fronteriza, y así acabamos también con el problema de la delincuencia.
Por otro lado, le prometeremos lealtad absoluta a Chávez, Castro, Bush, Hussein, Putin, Blair, Berlusconni y el papa Benedicto XVI, así como todos los jefes de Estado con los cuales podemos llegar a firmar un TLC.
A cada uno de los ministros de Estado y a los jefes de divisiones públicas se les otorgará el un porcentaje de los fondos fiscales para su libre utilización. De esta manera, podrán ir al supermercado, comprar caballos y parcelas en la playa, sin tener que justificar la rendición de estos gastos con asesorías mulas y negocios de dudosa procedencia. En cuanto a la familia de la presidenta y a su círcuilo más íntimo de amigos, todos contarán con un auto último modelo, un helicóptero particular y gastos ilimitados para celebrar con sus amistades.
¿De dónde sacaré tanta plata, se preguntarán? Y bueno, de cobrar impuestos a todos los trabajadores del país, (prepárense para nuevos impuestos, como el I.V.S, Impuesto de Valor al Sexo por cada vez, una millonada de plata si le creemos a la encuesta de Axe, y el ISI Impuesto sobre la infidelidad, una multa pagada por los infieles sorprendidos in fraganti, otra millonada).
Prometo mejorar el sistema de salud pública. En vez de sillas de madera, los pacientes podrán esperar en cómodas sillas de playa; se reciclarán todas las vendas hirviéndolas con harto omo, y se implementarán camarotes en las piezas para aprovechar al máximo el espacio (los menos graves arriba).
En cuanto a la educasion, se tomaran medidas especiales, como aprobeshar en algo productibo la famoza jornada completa. En eze tiempo, los alumnos se dedicarán a enzeñarle a sus profesores la materia, para que puedan zuperar la evaluazión propuesta por el ministerio de educazion.
Por todas estas razones, les pido que voten por mí. Además, y para callao, les cuento que estoy dispuesta a pagar diez lucas por voto, a cuenta de las cuentas privadas que tendré en un banco internacional después de que salga elegida...
¡¡Viva Pancha Presidenta!!
http://www.atinachile.cl/vote/456

Friday, November 11, 2005

Malditos Zapatos

Cada vez que una mujer tiene una cita, se lleva horas del día pensando qué se va a poner, cómo se va a peinar, y hasta qué temas sacar a colación si se produce uno de esos incómodos momentos de silencio en medio de la mesa. La de ayer no era una cita a ciegas (he seguido fielmente mis promesas y no he vuelto a caer en la tentación de ir a una cita sin conocer antes al susodicho), sino que era algo incluso más complicado. Era una re-cita, un encuentro con el que, en algún minuto de la vida tuvimos algo.
Aún peor, porque estas citas tienen bastantes juicios detrás, empezando porque nunca tienes la certeza absoluta de que en realidad valga la pena darse una vueltecita por el pasado.
Hasta ayer, mi convicción era que cualquier vuelta atrás era una pérdida de tiempo, puesto que si las cosas habían terminado, era por alguna razón misteriosa del destino. Sin embargo, distintos reencuentros de amigos y amigas muy cercanos fueron echando por tierra mi teoría, y me hicieron preguntarme qué pasaría si volviera a ver a ciertas personas que alguna vez fueron importantes en mi vida amorosa. Obviamente, no todos los fantasmas tienen la misma oportunidad. A algunos muertos es mejor dejarlos exactamente donde están.
Pero aquí estaba, ad portas de una cita con un fantasma. Propiamente, no era una “cita” lo que se había acordado, sino un reencuentro entre viejos amigos, con conversación relajada y un par de tragos de por medio. Por lo mismo, no podía vestirme como quien va dispuesta a la conquista, y tampoco tan relajada para el susodicho no llegue a pensar “Menos mal que me saqué de encima a esta mina, qué esta cada día más fea”, o cualquier cosa por el estilo. Finalmente, un par de bluejeans y mi adorada chaqueta Zara fueron la indumentaria elegida. ¿Zapatos de cuero café, puntudos, de señorita, o las carreteadas zapatillas celestes, esas con las que dejé las patas en Europa? Me ganó el estilo y me decidí por los puntudos. Total, no iba a caminar tanto, pensé para mis adentros.
Sólo puedo decirles que fue una pésima decisión, un saludo a la bandera de los calzones de abuelita de Bridget Jones.
Cuando llegué al lugar de nuestro encuentro –recordemos que no era cita y por lo tanto no me pasó a buscar a mi casa-, el lugar estaba tan atestado de gente, que decidimos ir a comer sushi a otra parte. El problema era que para ir al nuevo destino, debíamos ir a buscar el auto a su casa…¿Tienes problemas para caminar 10 cuadras? No, por supuesto que no, le dije yo….
Y la verdad es que hubiese sido una muy agradable caminata, paseando por una de las calles más bonitas de Santiago, en la noche y con una temperatura agradable, de no haber sido por los malditos zapatos. Nada que decir del comportamiento de Antonio, puesto que del primer momento en que nos vimos, todo fluyó con tal naturalidad como si nos hubiésemos dejado de hablar la semana pasada. Conversamos de un montón de cosas, de mi viaje, de su pega, de una amiga que se casa, en fin, de muchas cosas, pero a esas alturas, yo soñaba con llegar a su casa y subirme al bendito auto.
Una vez que llegamos y nos fuimos, seguimos batiendo la lengua hasta el local de sushi, hasta que por supuesto llegamos al momentum de silencio incómodo que precede a hablar de “nosotros”. Más incómodo es cuando en realidad el “nosotros” ya no existe. Luego de hacer los mea culpa respectivos, en torno a que no nos habíamos dado el tiempo para conocernos bien y la cacha de la espada, yo creo que nos sentimos más relajados, más libres para estar a nuestras anchas y comenzar el nuevo capítulo de pura y sana amistad.
Una amiga ya tiene más libertades que una pretendiente, pensé. Y una vez afuera del restaurant, me saqué los zapatos torturadores, los tomé con la mano junto con la cartera y nos fuimos de vuelta a mi casa. No hubo promesas de llamados, ni de citas, ni invitaciones a eventos. Todo queda en manos del destino. Y esta vez, si desaparece una vez más de mi vida, prometo no volver a buscarlo.

On diet...

No había escrito porque estaba con verdadera depresión. No saben el enorme desequilibrio emocional que significó para mi vida dejar completamente el azúcar. Decirle adiós a los chocolates, a los pasteles, a la crema, a los helados y un largo etc, ha sido terrible para mi vida. De un día para otro, tuve que resignarme a ser un vil conejo, comiendo verduras y frutas como nunca en la vida y obligada a hacer ejercicio aeróbico al menos tres veces al día.
Lo peor de todo es que parece que mi felicidad conmigo misma, aunque suene penoso, estaba en directa proporción a las endorfinas que suministraba el chocolate a mi dieta, porque las primeras dos o tres semanas de suplicio, salió una verdadera personalidad oculta, mi Mr Hyde personal y secreto que ni yo misma conocía, con un mal genio horroroso y un enorme parecido a los arranques de rabia del hombre increíble. Lo peor es que cuando estos arranques cesaban, daban paso a un estado terrible de estupidez, lo cual me llevó a dejar las dos únicas copias de las llaves adentro del departamento, perdí una chaqueta, un cuaderno con mi vida (léase teléfonos, datos y demases) y dos chalecos arriba de una micro.
Después de tres semanas de comer como un canario y hacerme bolsa arriba de un step por cuarenta minutos al día, se me ocurrió la peor idea que podría haber tenido: subirme a la pesa de la farmacia de la esquina. Cuando salió el papelito con los datos, quería morirme: ¡No había bajado ni medio gramo!
Con una depresión enorme y la rabia que me dio, salio Mr. Hyde dispuesto a atacar cuánta dulcería que se me cruzara por delante, devorando lo que encontrara a mi paso, de la desilusión enorme de tanto sacrificio para nada. Sin embargo, creo que ese fue mi punto de inflexión. Luego del episodio de la pesa, prometí no pesarme hasta volver con la nutricionista, y seguir adelante con dieta y ejercicios, porque al final y al cabo, lo que está en juego aquí no es si tengo dos centímetros menos de cintura, sino mi salud.
Con esa convicción y una fuerza de voluntad que ni yo misma conocía, seguí estoicamente el buen camino y ya tuve los primeros resultados: Con dos kilos menos, 5 centímetros menos de cintura y 2.5 de caderas, ya empiezo a mirar la vida con otros ojos. Ahhhh…Y lo más importante: ¡Ahora puedo comer Chocolate Diet!

De regalo va un chiste que encontré…. Les juro que la entiendo! Ambién he soñado un par de veces que como toneladas de chocolate…

Querido Diario:
Hoy comencé a hacer dieta. Necesito perder 8 kg . El médico me ha aconsejado escribir un diario donde tengo que anotar mi alimentación y hablar de mi estado de ánimo. Me siento de vuelta a la adolescencia pero estoy muy, muy entusiasmada con todo. Por más que la dieta sea dolorosa, cuando consiga entrar en ese vestidito negro maravilloso, va a estar todo perfecto...
Primer día de dieta.
Un pedazo de queso blanco. Un tazón de cereales sin azúcar. Mi humor está de maravilla. Me siento más liviana. Un leve dolor de cabeza tal vez...
Segundo día de dieta.
Una ensaladita rápida. Algunas tostadas y un vaso de yogur. Aún me siento maravillosa. La cabeza me duele un poquito más fuerte pero nada que una aspirina no pueda solucionar.
Tercer día de dieta.
Me desperté de madrugada con un ruido extraño... Creí que era un ladrón, pero después de un tiempo me di cuenta de que era mi propio estómago haciendo un ruido que daba miedo... Como hacía calor, aproveché para tomarme un litro de té... Estuve meando el resto de la noche.Anotación: No tomar nunca más té de manzanilla.
Cuarto día de dieta.
Estoy empezando a odiar la ensalada. Me siento como una vaca mascando pasto. Estoy algo irritada, pero creo que es el tiempo... Mi cabeza parece un tambor... Mi compañera de trabajo comió una pizza en el almuerzo. ¡¡¡Pero yo resistí!!!.Anotación: Odio a mi compañera de trabajo.
Quinto día de dieta.
Juro por Dios que si vuelvo a ver un pedazo más de queso blanco vomito!!!.Mi almuerzo: una ensalada, que parecía reírse en mi cara... Necesito calmarme y volver a concentrarme.
Sexto día de dieta.
¡¡¡¡¡¡Estoy muerta!!!!!!.No dormí nada por la noche. Y lo poco que conseguí soñé con un flan de vainilla que chorreaba caramelo líquido. Creo que hoy mataría por darle una mordida a un bocadillo de calamares o de lo que sea.
Séptimo día de dieta.
Fui al médico. Adelgacé 250 gramos .¡¡¡Esto es una jodienda!!!. Toda la maldita semana comiendo pasto , que sólo me falta mugir y ¡¡¡sólo he perdido 250 gramos !!! El médico me explicó que es normal. Que la mujer tarda más en adelgazar. y más a mi edad...¡¡¡El hijo de puta me ha llamado gorda y vieja!!! Anotación: Buscar otro médico.
Octavo día de dieta.
Hoy fui despertada por un pollo asado, ¡¡¡Lo juro!!! Estaba a los pies de la cama, bailando un can-can.Anotación: Mis compañeros de trabajo están empezando a mirarme raro...
Noveno día de dieta.
Hoy no fui a trabajar. El pollo asado me despertó de nuevo, esta vez bailando la danza del vientre. Pasé todo el día tumbada en el sofá viendo la tele. Creo que existe un complot. Todos los canales pasaban recetas de cocina. Enseñaban a hacer tartas de frutas, maravillosas salsas.Anotación: Comprar otro control remoto, en un arranque de furia, lo tiré por la ventana.
Décimo día de dieta.
Odio a todo el mundo !!!!!!!!!
Décimo primer día de dieta.
Le di una patada al perro de mi vecina. Grité como una loca. El botones no entra más a mi oficina y las secretarias se pegan a la pared cuando yo paso.
Décimo segundo día de dieta.
Sopa.Anotación: Nunca más vuelvo a jugar al poker con el pollo asado. ¡¡¡Hace trampas!!!
Décimo tercero día de dieta.
La balanza no se mueve. ¡No se mueve!. ¡¡¡No perdí ni un mísero gramo!!!.Empecé a reírme a carcajadas. El médico, asustado, me sugirió un psicólogo. Creo que llegó a decir psiquiatra. ¿Será porque lo amenacé con un bisturí?Anotación: No vuelvo más al médico, el pollo cree que es un cantamañanas y un charlatán
Décimo cuarto día de dieta.
El pollo me presentó a unos amigos. El Sr. Lomo es muy buena gente, el Sr. Solomillo muy buen conversador y Dña. Tarta de frambuesas es una señora muy dulce
Décimo quinto día de dieta.
Maté a Claudia Schieffer!!!. La corté en pedacitos al igual que a todas las fotos de las modelos súper flacas que tenía en casa... Anotación: El pollo y sus amigos están mosqueados conmigo. Me comí un pedazo del Sr. Pan. ¡¡¡Pero fue en legítima defensa!!!, el me amenazó con un pedazo de salami.
Décimo sexto día.
¡¡¡¡¡¡¡¡¡A LA MIERDA LA DIETA !!!!!!!!!Me agarré un cabreo con el pollo porque me hizo trampas en el poker y me lo comí junto con el Sr. Pan. Y de postre le ataqué a Dña. Tarta de Frambuesas, y estaba realmente riiicooooooooooooo

Tuesday, September 27, 2005

Insulínica Resistente



Sabía que mi lujuriosa y desordenada alimentación , donde el chocolate y las masas eran los protagonistas, terminaría por traerme más de un problema. Pero hasta ahora, sólo había pensado en los inconvenientes estéticos de la subida de peso, comenzando por la imposibilidad de ponerme traje de baño y el constante temor de que los botones de mis pantalones terminaran hiriendo a alguien en plena calle producto de mi panza. Pero la verdad, jamás se me pasó por la cabeza el tema de la salud.
Hasta la semana pasada, cuando en la acostumbrada y poco agradable “revisión técnica” ginecológica, el doctor me pidió 800 mil exámenes, y me encuentro con la sorpresa de que no sólo padezco de hipotiroidismo (Moya qué hace y dónde está la tiroides), sino que también he desarrollado un principio de insulina resistencia, primer paso hacia la temida diabetes. Debo confesar que hace más de un año que no iba al doctor, sobre todo para que no me sometiera a la tortura de pesarme. Evidentemente, con los resultados de mis exámenes, tuve que agachar el moño y permitir que se supiera mi peso real. Por más que me empeloté, la balanza no bajaba, por lo que el doc llegó a la conclusión que me sobran 5 kilos.
Puedo echarle la culpa a mis antecedentes familiares, o a mi familia que se les ocurre tener un supermercado con todas las golosinas habidas y por haber al alcance de mi mano (quizás si hubiesen tenido ferretería las cosas serían distintas), pero a final de cuentas la principal responsable de este descalabro soy yo. Yo mismita, con eso de que sólo se vive una vez y que el chocolate es el mejor sustituto de una relación sexual, al final terminé comiendo prácticamente una golosina al día, lo más alejado de una dieta equilibrada del mundo. Además, como vivo sola y me da una lata enorme de cocinar todos los días, terminaba agarrando el teléfono y llamando a la Pizza Hut, en media hora o gratis.
Y bueno, aquí están las consecuencias. Condenada médicamente a tomar una dieta del terror con una nutricionista y expeliendo absolutamente el azúcar de mi vida. El sólo pensar en que no podré comer chocolate en al menos unos meses me pone realmente mal. Estoy al borde de la depresión, (depresión post chocolate, podría ser) aunque espero que el hambre no me convierta en una energúmena, arañando las paredes de mi casa y gritándole a quién se me cruce por delante, ni padezca algún síndrome de abstinencia que me vuelva aún más tiritona de lo que soy por naturaleza.
Sin embargo, hasta de esta gran tragedia se puede sacar algo positivo, porque con una dieta tan rigurosa, ¿Cómo no voy a bajar de peso? Luego de padecer las penas del infierno, y acostumbrar mi mente a que el azúcar y las grasas son mis mayores enemigos, por fin podré ponerme el más mínimo bikini sin avergonzarme, y podré enfrentar a la temida pesa con mucho mejor ánimo…¿Con algo tengo que consolarme, no?



REQUIEM PARA EL CHOCOLATE

Vengo en este día sombrío y triste como mi ánimo,
A decirle adiós a uno de mis amigos más queridos.
Compañero eterno de las noches solitarias,
Donde me perdía en la inmensidad de mi propia cama,
Extrañando el calor de un cuerpo a mi lado,
Reemplazándolo por el sabor de su dulce contacto.
¿Cómo no te voy a extrañar, adorado chocolate,
cuando fuiste el regalo preferido de todos los cumpleaños,
de todas las amorosas propuestas de los pretendientes?
Con almendras, blanco, bitter, con avellanas y nueces,
De las más variadas formas, colores y sabores,
Lo más sublime probado por paladar alguno.
El mejor invento para calmar las penas y acompañar las alegrías.
Hoy me despido, querido amigo,
Con dolor en mi alma y un sentimiento de vacío.
Hoy le digo adiós a tus encantos
Condenada a comer sólo verduras cocidas y pasto.

Thursday, September 08, 2005

Aventuras Europeas

Me odiarán a muerte por tenerlos tanto tiempo en la oscuridad de las tinieblas, sin contarles nada de las aventuras de mi acontecida vida. Y es que hasta yo misma me veo en problemas ahora, pensando cómo diablos puedo meter los últimos dos meses en un espacio que cualquier mortal pueda leer en el transcurso de un día. En fin, en honor a ustedes, los que cada tanto se meten en mi página buscando cosas nuevas de qué reírse, lo intentaré.
Primero, debo decir que en un arranque de seguridad laboral y la certeza de que era algo que sólo podía hacer a estas alturas de la vida, decidí lanzarme a la piscina como toda una aventurera, y sin tener un piticlín en el bolsillo, me tomé un avión y me fui rumbo a Europa. Lejos, la mejor decisión que he tomado en la vida, porque por Dios que vi cosas maravillosas…además, me hice un cocktail con algunas de las ciudades más bellas de ese continente, porque la perla se anduvo paseando por París, Praga, Venecia, Atenas, algunas islas griegas, Roma y Florencia… De verdad, de verdad, fue un viaje como para no creérselo, y si no fuera por la cantidad astronómica de fotos que saqué, pensaría que todo fue parte de un sueño.
Por lo menos en este primer adelanto, he decidido no contar con detalles cada momento del viaje, porque temo latearlos y también temo que mi jefa no me permita ocupar todo el horario de oficina escribiendo mis aventuras europeas. Sólo adelantaré que, para mi mala cueva, sólo bastó poner una pata en suelo parisino para caer con una amigdalitis feroz, que casi me hizo morir por esos lares, y que en circunstancias normales me habría tirado a la cama cual estropajo humano. Pero como no estaba en Chile, y no tenía quién me regaloneara y me hiciera miel con limón, aperré como nunca, subí la torre Eiffel, me pasée por toda Praga, soporté la maldición de la catedral de San Vito (una escalera de caracol que ayúdame a decir alta, del verbo claustrofóbica y por donde subían y bajaban turbas de gente: llegué hiperventilada a la cima, en parte por el resfriado y en parte por mi deplorable estado físico), y cuando llegué a Grecia ya no podía más. Gracias a Dios, los griegos son más despelotados que los chilenos y el nombre universal de los remedios es el latín, lo que me permitió comprar una amoxicilina de 1400 gramos que por fin, me llevó a sentirme mucho mejor.
Una de las cosas seguras de este viaje, tanto para mí como para la Vania (compañera de danza árabe y de andanzas por allá, con la que llegamos a ser muy buenas amigas), era que íbamos a adelgazar. Claro, seguro que con los más de cuarenta grados de calor y la sed que nos consumirá, lo más probable es que tomemos pura agua y que caminemos más que nunca en la vida, eran nuestras suposiciones.
Nada más lejos de la realidad. Y es que cuándo yo, díganme ustedes, he aplacado la sed con agua? Los helados en todas las formas y colores, el ice tea y los jugos de frutas fueron nuestros mejores aliados, sumados a la enorme cantidad de ensaladas griegas, papas fritas, pastas y sándwiches. Obviamente, en vez de llegar más flaca, llegué como una bolita, y los mayores culpables de este descalabro alimenticio fueron, sin ninguna duda, los helados italianos… ¡Nunca había probado helados tan ricos en la vida! Además, si sumamos lo rico de sus helados con lo rico que son los italianos, creo que podría decir que fue uno de los países favoritos. Donde miraras, había un mino, ¡¡Si hasta los choferes de micro eran ricos!!
Bueno, la verdad es que la autoestima en Europa se te puede ir a la cresta, porque hay lugares donde las mujeres llamaban la atención por lo bonitas. En Praga, por ejemplo, todas las mujeres eran como muñecas, con piernas que le llegaban hasta el cuello, narices perfectas y un cutis de porcelana envidiable…nada que decir de nosotras, que llegamos a Praga chasconas, desordenadas, con unas mochilas en donde cabía perfectamente un cadáver a la espalda y una cara de cansancio atroz.
Pero incluso en estas circunstancias, con italianas y griegas por todos lados, tuve un romance de verano, comprobando que a nadie le falta Dios.
Es un holandés, que andaba, al igual que yo, de vacaciones en Creta. De hecho, y para mi suerte (digna de Murphy) nos conocimos justo la noche anterior a que tomara el vuelo de vuelta a Ámsterdam, cosa que finalmente, no nos impidió pasar una noche increíble juntos. Era como en esa película “Antes del Amanecer”, donde sabes que al otro día te tendrás que despedir, lo más probable es que para siempre. Pero esa es parte de otra historia, y merece, de todas maneras, otra columna… Así, los dejo con las ganas…

Thursday, June 16, 2005

Maldita Twiggy


Maldita Twiggy Lawson. Creo que esta sería mi primera bandera de lucha si tuviera que organizar una especie de marcha femenina contra las injusticias del género. Y digo la primera porque detrasito en mi odio iría la muñeca Barbie, Vilma Picapiedra, Olivia de Popeye, Jenny de Mi Bella Genio y tantos íconos de la “perfecta ama de casa”, capaces de perdonarle todo al marido, negando su propia individualidad, muriendo por contraer matrimonio, excelentes cocineras y madres a toda prueba. Además de eso, flacas como tallarín.
La Twiggy es la primera en la lista por su inconsciencia. La verdad, no tengo ni la más mínima idea de si pensó alguna vez que iba a cagarles la cabeza a todas las mujeres de las generaciones venideras, con su implantada moda de “flacura extrema”. ¿Se estará revolcando en su tumba, pensando en cuanta niña anoréxica hay regada por el mundo?
Otra de las responsables de estos quebraderos de cabeza, indudablemente, es esa famosa muñequita llamada Barbie, anatómicamente imposible, pero perfecta a los ojos del mundo. Además, racista, porque sólo hace unos pocos años sacaron Barbies de pelo negro y piel morena, no sé si por respeto a tantas niñas de esos colores existentes en el mundo, o simplemente para evitar desastres al tratar de convertir un pelo negro como el azabache en un sedoso y perfecto rubio, o de echarse jugo de limón en los ojos para volverlos azules (creo que es una de las cosas más estúpidas que he oído, y de pasadita, les cuento que nunca tuve la valentía para hacerlo).
Y aceptémoslo: Las mujeres ideales de este tiempo simplemente no existen. Una mujer flaca como palo de piernas, brazos y cintura no puede tener pechugas de 120 centímetros y un poto descomunal, a menos que pase entremedio el señor bisturí y la señora silicona.
De todo esto, creo que una de las cosas que más me molesta es la culposa relación que esta sociedad pro mujeres – tallarines ha impuesto entre nosotras y la comida. Desde esa terrorífica edad pre púber, recuerdo los almuerzos que tenía con mis compañeras en el colegio. Mientras yo, feliz de la vida y tranquilamente, comía un sándwich de churrasco, palta y tomate, enviado por mi madre justo antes de la hora de almuerzo, mis compañeras, sin yo pedírselo, hacían una exhaustiva contabilidad de las calorías que estaba consumiendo, y de las horas de ejercicio posterior que tendría que hacer para bajarlas. Obviamente, hacían esto con ojos de odio, mordisqueando una mísera manzana, pero con la boca hecha agua por comer un pedazo de mi pan. Unos años más tarde, a mi curso le dio una especie de fiebre por la flacura, donde se aplicaban todos los secretos habidos y por haber para bajar de peso. Que el jugo de pomelo en la mañana, que los cuatro litros de agua al día (recuerdo carreras interminables al baño), que la dieta del sol, de la luna y de las estrellas…ufff.
Solo dos veces en la vida he intentado hacer un tipo de dieta, y la verdad es que he fracasado estrepitosamente. No alcanzo a llevar un día entero, cuando me empieza a entrar una angustia tremenda, pensando en las cosas ricas que existen en el mundo y que no puedo comer, por lo que al final, siempre antes de las seis de la tarde, ataco el refrigerador sin piedad y me como todo lo que encuentro. Obviamente, la dieta y las intenciones quedan pegoteados en los bordes del frasco de nutella, pistachos y chocolate.
Además, cuando uno está soltera y en sequía extrema de sexo, como yo en este periodo, ¡¡¡Por favor no me pongan a dieta!!! Si hay algo que me gusta en esta vida, es disfrutar de una rica golosina, en lo posible sin culpas ni contabilidad de calorías, más aún si es invierno, llueve y no hay otro panorama que ver “Los treinta” acostada en mi cama.

Wednesday, June 15, 2005

Saturday Night

No podría decir hace cuánto no salía a bailar como el sábado pasado. No me hacía ninguna gracia la multitud arrebañada, los olores y ríos de transpiración de gente que no conoces, ni mucho menos el desagradable olor y humo del cigarro, que se queda impregnado hasta la eternidad en tu ropa y tu pelo. Súmese a esto que las últimas veces que salí a bailar quedé espantada con los esperpentos de hombres que me sacaban a bailar, incluso después de un acabado proceso de maquillaje y la “polerita de fiesta”, esa con brillos que sólo sacas en esas memorables noches de baile.
Había cambiado ese escenario por el Liguria, un lugar a veces tan atestado como una disco, pero donde al menos podías sentarte con una amiga a tomarte una copa de vino y coquetear con el grupo masculino de la mesa del lado, conversando sin la necesidad de destrozarte las cuerdas vocales y disfrutando de la certeza de que, por muy mal estado que quedara, podía regresar a mi casa caminando.
El punto es que después de varias salidas al Liguria, donde pasamos por la vergüenza de que los mozos ya nos saludaban por nuestro nombre y ni siquiera nos preguntaban qué íbamos a querer para tomar, además de las ganas naturales de mover el esqueleto y ver si existía alguna posibilidad de revertir la soledad amorosa, el sábado pasado me llamó la Andrea y nos fuimos a carretear. Tan descontextualizada andaba, que en vez de decirle que fuéramos a Las Urracas (el único lugar decente que quedaba para ir a bailar, según mi gusto), le dije “Las Brujas”, con lo que mi amiga se espantó preguntándome que demonios íbamos a hacer en un lugar donde van las que tienen, por lo menos, arriba de cuarenta.
Después de un par de tragos y una divertida conversación con unas amigas de la Andrea en un pub frente a Las Urracas, nos fuimos a bailar. Yo no sé si fue esa noche en particular, o hace mucho que no iba a ese lugar, pero válgame Dios el ambiente horrible que había. Donde miraras, había puros viejos. Cuando digo viejos no digo cuarentones…¡¡¡Digo algunos que podrían ser mis abuelitos sin ningún problema!! Maal tanta producción y el estreno de los zapatos nuevos para este público, pensaba yo, mientras me esforzaba por ver a alguien más interesante en ese mar de viejos verdes… Entiéndanme, no es que haya ido a bailar con el sólo objetivo de conquistar hombres, pero sí por lo menos recrear la vista.
Finalmente, y ante la atroz escasez de hombres, nos resignamos a hacer simplemente lo que habíamos planeado desde un principio: Bailar. Así que ahí estábamos, como dos pirinolas, bailando salsa, merengue, y todo lo que pusieran. Estratégicamente, nos situamos en el peor sitio: justo al lado, una pareja de mujeres super provocativas (la licenciada Tetarelli era un moco al lado de ellas), se pusieron a bailar muy lésbicamente, con lo que evidentemente los ojos de todos los hombres iban dirigidos hacia ellas tal como los imanes de los dibujos animados, corroborando los instintos básicos de la protección materna, creo yo…
No me puedo quejar demasiado en todo caso, puesto que por un momento, la atención estuvo centrada en mí. Fue cuando mis flamantes zapatos nuevos me jugaron una mala pasada, haciéndome resbalar y caer de poto en medio de la pista de baile. Lo más divertido de la situación fue que mi super amiga bailaba mirando el techo, mientras yo figuraba en el piso, estirando mis brazos por si se daba cuenta de que necesitaba ayuda para pararme…Finalmente, los que estaban atrás se fijaron en mi incómoda situación y me ayudaron, mientras la Andrea moría de la risa, impidiéndole cualquier movimiento en mi ayuda.
Después del impasse, y una vez que la atención pasó a la licenciada Tetarelli de vuelta, Andrea me llevó a mi casa, donde caí desplomada en mi cama hasta la tarde del día siguiente, con un moretón en la pierna como herida de guerra y la sensación de que van a pasar al menos unos meses más hasta que vuelva a una pista de baile.

Tuesday, May 31, 2005

Tiempos de crisis


Hace unos ocho meses atrás, comenzó la ola de romances entre mis amigas. La Sole comenzó a pololear con mi amigo Javier, la Cata con el Jose y la Feña con Benjamín, tal como si el mismo Cupido hubiese decidido darse una vuelta por estos lados. Sin siquiera darse cuenta, mi grupo de amigas solteras anti-hombres, fueron cayendo como moscas ante los encantos de diversos individuos, sacrificando sus locas vidas de libertad, por la austera pero estable vida del pololeo.
Sin querer, fui yo misma la que hizo el papel de celestina entre Sole y Javier, cuando mi amigo quedó prendado de sus ojos profundos y de sus largas pestañas en el mismo día de mi cumpleaños. Por otro lado, todas quedamos espantadas cuando la Cata (esa amiga a la que tú le das al menos unos años para tranquilizarse con un solo hombre en su vida), se enamoró hasta las patas del Jose, hizo todo lo que estuvo en sus manos para conquistarlo y finalmente empezaron una relación super seria, la cual coincidió con su decisión de tomar las cosas de su casa, e irse a vivir sola en un departamento. Durante todo este duro proceso, el Jose la acompañó, le ayudó con todos los menesteres y casi nos fuimos de poto cuando, en la primera reunión femenina en su nuevo hogar, descubrimos que la misma Cata que conocimos en tiempos de locura, estaba dispuesta a contraer matrimonio. Uffff.
Alrededor de ocho a diez meses después, y justo después de la ola de romance, ha llegado una nueva tendencia: la ola de terminaciones. En un par de semanas, me entero que la Sole ya no sigue más con Javier y que la Cata acaba de terminar con el Jose. Es decir, la única que queda en pie es la Feña con Benja, quienes por lo demás comenzaron a pololear unos meses después.
Si la ola de romances está llena de alegrías, de buenas vibras y de unas ganas enormes de que Cupido también te fleche a ti para poder organizar carretes parejeros y disfrutar de la dulzura de aniversarios y reconciliaciones, la ola de términos viene acompañada por lágrimas, frustraciones y un sentimiento interior de impotencia amiguil, puesto que por más que uno trate de hacer sentir mejor a los involucrados, uno sabe que el dolor va por dentro y que por muchas reuniones anti-hombres de por medio, maleficios en contra del terminador y carretes duros hasta las siete de la mañana, sólo el tiempo (la mayoría de las veces laaargo) va curando las heridas.
Se me viene a la cabeza una conversación que tuvimos con la Cata sólo días antes de la hecatombe, donde fuimos a ver “La venganza del Sith”. En el camino de vuelta, me contó un poquito angustiada que las cosas no iban muy bien con el Jose, que le dedicaba mucho menos tiempo, y que había ciertas cosas que la molestaban de él. Así, llegamos a hablar del tiempo de “Luna de miel”, temporada que se da generalmente al inicio de una relación y es donde todo es color de rosa. El sexo es buenísimo y todo se perdona; si el individuo en cuestión deja la ropa tirada por toda la casa “es un niño” “es un poco descuidado”, si sale con los amigos y no llega hasta las cuatro de la mañana y con un fuerte perfume a cerveza “cada uno tiene su espacio”, si te enfermas y no aparece sino hasta el cuarto día “está muy ocupado”. Todo queda supeditado al amor, ese sentimiento que todo lo puede.
Hasta que llega la temporada de crisis, el otoño-invierno de toda relación, donde no es que se agote el sentimiento de amor entre ambos, sino que se entra en otro estadio, donde la vida sigue el curso normal. Y lo normal es que, si somos maniáticas del aseo, nos moleste que la ropa esté tirada por toda la casa; es normal que nos enojemos si él llega a las cuatro de la mañana, curado como zapato y que se acueste a nuestro lado; y obviamente, es normal que sintiéndonos morir de fiebre en la cama, esperemos que haga acto de presencia al menos una vez al día. Si en esta normalidad, la relación aguanta y sigue su curso, todo bien. Si no, llega el desastre.
Obviamente, existen otras razones para entender la ola de terminaciones, que no sólo van por el lado de esta crisis; puede haber aparecido otra persona en el camino, o es que uno de los dos comenzó a complicarse la vida por razones misteriosas. Lamentablemente, en la situación del otro, no queda más que tragarse el dolor, la pena y la rabia, y sentarse a esperar el paso del Padre Tiempo.

Monday, May 02, 2005

MALA SUERTE

Leyendo la columna de mi gran amiga Ximena, y sufriendo también por ese pobre individuo al cual le llueve la mala suerte, me puse a pensar en los casos que me ha tocado ver a mí. Digo los casos porque afortunadamente no soy de las personas de esas que la mala suerte las persigue, aún cuando me queje de eso en las lides amorosas. La verdad, no tuve que pensarlo mucho para caer en mi propio referente de la mala suerte, y casi pienso que todos tenemos uno.
Para mal de males, se trata del “Hombre casi perfecto”, cuyas características personales hacen que sea la vara con la que mido a cuanto hombre se me cruza por delante. Si no tuviera tanta mala suerte, no viviera tan lejos y no le pasaran cosas terribles cada cinco minutos, hasta pensaría que me farrié al hombre de mi vida.
Nos conocimos en Brasil, hace ya cuatro años (por Dios que pasa luego el tiempo). Era el escenario perfecto: playa con aguas tibias, vegetación verdísima por todos lados, tres amigas muy buena onda y mulatos a la vista hacia donde dieras vuelta tu cara. Fue el típico viaje universitario, puro carrete, casi sin conocer más que la playa y los antros nocturnos del sector, además de comprobar que no saber portugués no era ningún impedimento para entablar relaciones interpersonales.
Pero con Alberto, el idioma no era un problema. Él es argentino, y estaba de vacaciones igual que nosotras. Un dato importante, que por puro pudor casi oculto, es que al tomar el avión en Santiago, yo estaba pololeando, en una reciente relación que nunca tuvo mucho futuro. Y claro, yo arriba del avión, conversando con mis amigas, juraba de guata que iba a ser de lo más fiel, que me iban a dejar cuidando las cosas en la playa mientras ellas, libres y solteras como unas palomas, hacían y deshacían con los estupendos mulatos de las costas brasileñas.
En honor a la verdad, y vergüenza para contar esto no me falta, la fidelidad no duró más que la primera noche, cuando conocí a Alberto. Lisa y llanamente, luego de cuatro horas de conversación, me enamoré. Me enamoré como uno se enamora lejos de su casa, sin ninguna convención social. Estaba en Brasil, a miles de kilómetros de mi pololo (o ex a esas alturas), y me había encontrado de sopetón con el hombre ideal.
Sin embargo, ya en ese minuto debí sospechar que una fatídica nube negra lo perseguía, tal como los dibujos animados. Luego de ahorrar no sé por cuanto tiempo para poder viajar a Brasil, el pobre se había intoxicado, y estuvo tres de los siete días internado en un hospital brasileño, solo y sintiéndose pésimo hasta que le permitieron salir. Después nos conocimos, justamente dos días antes de que él debía tomar el avión de vuelta a Argentina.
Ahí comenzamos una pseudo relación por carta (a la romántica, con cartas de papel, cosa no muy práctica porque con la mala suerte se perdían dos de tres en el correo) y a veces por teléfono. Dos o tres veces estuvo a punto de venir a Chile a verme, pero la primera coincidió con la crisis argentina (con lo que su sueldo quedó reducido dramáticamente a un tercio con el cambio de moneda), a la segunda se quebró la pierna jugando fútbol y estuvo más de un mes en cama, y a la tercera le robaron el auto y no pudo encontrarlo más, además de que operaron a la mamá. Finalmente, cuando por fin podía venirse, yo había empezado a pololear con Gonzalo, así que fui yo misma quien abortó el viaje.
Oro ejemplo: Él tiene una voz super privilegiada, así que como no tenía mucho que perder, postuló al reality “Operación Triunfo” en Argentina. Efectivamente quedó en la preselección, pero al mismo tiempo cumplió los 30, quedando automáticamente fuera por la edad.
La última vez que hablé con él por msn, hace algunos días, me contó que lo habían echado de la pega por que lo pillaron fumándose un cigarro en horario de trabajo, que había trabajado como radiotaxi hasta que su auto se le echó a perder, y que finalmente decidió irse a probar suerte a Canadá, a ver si por lejanía su nube de la mala suerte no lo alcanza en esas latitudes.
Es de esperar que así sea, porque es una de las personas en esta vida que se merece una nueva oportunidad.

Tuesday, April 19, 2005

Cumpleaños, danza árabe y otras yerbas

Hace tiempo que no escribo. Lo sé y pido las disculpas respectivas, a todos quienes han quedado con las ganas de reírse de mis aventuras. ¿La razón? Sólo que mi vida ha sido la fomedad absoluta, sin nada que contar en las lides amorosas. Estoy pensando seriamente en hacerme el sahumerio que la Xime me tiene prometido hace tiempo, para ver si logro ahuyentar esta racha de soledad que ya me tiene un poco aburrida.
Sin embargo, pensé que cumplir 25 años era un momento digno de escribirse, aunque la verdad, me siento igualita a tres días antes, cuando aún lucía mis lozanos 24. Por más que mi familia y mis amigos me metieron cuco con muchas cosas, desde que estaba ad portas de la soltería condenatoria hasta que no iba ni a saber cuando estuviera apagando 30 velitas en la torta, siento que las cosas en mi vida han ido al revés, de atrás para adelante, y que cada año que pasa me siento mejor conmigo misma.
A este sentimiento hay que agregar que hace dos semanas estoy en unas clases de danza árabe que me tienen chocha, sobre todo después de mis terroríficas experiencias con el gimnasio y la famosa hidrogimnasia. La verdad, me falta mucho para bailar como en las películas, porque ustedes saben que no soy precisamente “Miss Coordinación”, pero de a poco he ido aprendiendo a mover cosas de mi cuerpo que ni siquiera sabía que se movían…Me creo tan la muerte que lueguito voy a ofrecerme cual odalisca para animar cumpleaños y otras cosas…saaaaaaaaaaa!!!!
Y menos mal que me metí a esta cuestión, porque alguna que otra caloría me quemará…¡¡Por Dios que necesito quemar calorías, después de haberme celebrado los 25 con tres tortas y tres celebraciones con diversos amigos y familiares!!! Yo creo que entre la torta de turrón nuez, la de chocolate manjar y la de panqueque de naranja, por lo menos subí unos cinco kilos, cual Vicky de La Granja.
Todos quedaron felices con mi cumpleaños. Sobre todo por la cantidad de comida que había en esa cuestión, porque mi santa madre se volvió loquita trayéndome cosas desde el campo. Había tres variedades de queso, unas aceitunas de aspecto raro pero deliciosas, salame y carne mechada a granel, mani, torta y tragos para tirar para arriba. Sólo faltaba el cordero a la parrilla para que la cuestión fuera una genuina celebración campestre.
A los que ya se le hizo agua la boca, les cuento que tienen que esperar hasta el próximo 16 de abril para probar los manjares de la Pancha.

Tuesday, March 22, 2005

Hay momentos en la vida...

En los que te sientes gloriosa

· Sacar una chaqueta o un par de pantalones del clóset después de mucho tiempo y encontrar plata en uno de los bolsillos. ¿Conocen una sensación mejor?
· Después de una semana de dieta rigurosa, subir a la pesa y darte cuenta de que has bajado un par de kilos.
· Encontrarte con tu ex en una situación ideal: es decir, con tu mejor look y del brazo de un medio mino a quien le puedas presentar.
· Salir con tu hija mayor y que te pregunten si es tu hermana.
· Probarte ropa de una talla menos…¡¡¡Y que te quede bien!!!
· Que te regalen un masaje…sólo porque sí.
· Que te llegue un ramo de rosas a la puerta de tu casa…¡Y sea del hombre que te tiene loca!

En los que quisieras que la tierra te tragara

· Pegarse en el dedo chico del pie en el canto de un mueble.
· Ir a la peluquería a probar un nuevo corte de pelo…y quedar como el espantapájaros del mago de Oz.
· Quebrarte una uña justo en la mitad…Si te la tiras, te queda el dedo ensangrentado, y si te la dejas, se te engancha en todas partes.
· Cualquier situación que implique pantalones blancos y la llegada intempestiva de la “visita mensual”.
· El típico pedazo de mora, perejil o aceituna adherido a tus dientes…que no notas hasta que te miras al espejo al volver a la casa (y además, te sentías glamorosa porque todo el mundo te miraba).
· Qué te pregunten cuándo va a nacer tu bebé…¡¡¡Cuándo no estás embarazada!!!
· Salir creyéndote la muerte después de ser atacada por una ola…sin la parte de arriba de tu bikini.
· Que, después de una hora en la sesión de maquillaje y vestuario, tu pololo te pregunte: ¿Y ya estás lista?

Wednesday, March 09, 2005

Hidrogimnasia o el nuevo arte de la tortura moderna

No les había contado de mis últimas aventuras de fitness. Consciente de que con mis hábitos alimenticios, mi adicción por la televisión (eso que aún no tengo cable; sería mi perdición), y mi absoluta falta de actividad física iba a llevarme al borde de la obesidad mórbida, decidí comenzar a probar diferentes cosas, a ver si alguna disciplina me conquistaba más que el bendito gimnasio.
Así fue como llegué a la hidrogimnasia. Una disciplina top, según lo que decía la página web que visité. Un ejercicio fuerte, pero de bajo impacto gracias a estar dentro del agua, mágico para endurecer y relajarse al mismo tiempo, apto para todo tipo de personas. ¿Incluso flojas? Pensé para mis adentros.
El asunto fue que después de concertar una clase de prueba en un centro cercano a mi casa (me conozco tan bien que sé que debo ir a algún lugar caminable, porque si no simplemente no voy a ir), me fui de shopping a comprar todos los artilugios necesarios para convertirme en toda una sirena. Nada más alejado de la realidad, puesto que el famoso traje de baño deportivo es casi una túnica, ideal para no depilarse ciertas partes que suelen ser dolorosas, pero fatal si el objetivo es conquistar a un guapo compañero de andanzas. A esto, súmenle un gorrito con el que la cabeza parece un condón. Menos mal que esta disciplina no exige los famosos anteojos antiagua, porque ahí si que renuncio de plano sólo por la indumentaria.
En fin. Llegado el día D, me fui con mi bolso de gimnasia, subí por ascensor los 7 pisos hacia la piscina (mucho entusiasmo tenía, pero no para subir escaleras aún), y me metí en el agua un poco antes de que empezara la clase para ambientarme en este nuevo lugar. De haber sabido lo que vendría, me quedo tranquilita en la piscina, haciéndome la loca hasta que la bendita clase terminara. Pero en vez de eso, me hice la winner, mientras llegaban mis compañeros de clase. (o de tortura, más bien).
Para empezar, la promoción en la página web decía clarito que no había que saber nadar como delfín para hacer hidrogimnasia; sólo saber flotar en el agua por si las moscas (me imagino que nadie quiere hacerse responsable por el ahogo de un alumno), y en eso yo, nacida y criada en las cercanías de un lago, no tenía problema.
Pues bien, luego de quince minutos de calentamiento, muy parecido a como empieza una clase de aeróbica o lo que sea, la orden fue nadar dos veces de ida y vuelta a lo largo de la piscina. Fue una verdadera vergüenza, porque mientras mis compañeros pasaban de largo cuál tritones por mi lado, yo no había nadado ni siquiera para llegar a la mitad de la piscina. A los cinco minutos de nado, comenzaron a pesarme más que nunca mis meses de sedentarismo, sumado a unas apestosas pesas de plástico que habíamos adosado a nuestras pantorrillas.
Pero eso no fue el fin de mi humillación; fue el comienzo. Luego de la indignidad de mi natación, debíamos sumar unos pesados aros de espuma en nuestros brazos, y hacer ejercicio con las cuatro extremidades sin tocar el piso. O sea, ustedes conocen el nivel de mi coordinación, por lo que tenía que elegir de a uno qué mover, mientras mis compañeros me miraban con cara de que yo era algo así como Jackass de MTV o estaba cumpliendo una apuesta con mis amigos. La profesora, observando mi cara de desesperación y cuasi ahogo, me entregó lo que ya sería el punto cúlmine de la indignidad: uno de esos firulos de goma, largos y flacos, que usan los cabros chicos para aprender a nadar, para flotar más fácilmente en la piscina. Justamente en ese minuto, decidí que prefiero la obesidad mórbida a arriesgar mi vida en una piscina de hidrogimnasia, siendo humillada hasta la muerte por mis compañeros y además, pagando casi un 10% de mi sueldo por eso.

Tuesday, March 08, 2005

El regreso de Mister Miércoles: Segunda parte y final

Hay momentos en la vida en donde da la sensación de que estamos volviendo a vivir parte del pasado, como si a Dios se le antojara apretar “stop” y comenzara a rebobinar tu historia.
Algo así me pasó el otro día, al volver a encontrarme con Mister Miércoles. El escenario era un carrete en la casa de una amiga, donde fui con la idea de que era casi un pijama party femenino, con piscina y caipiriña, algo bien tropical, pero sólo mujeres al fin. A última hora, llega nada más ni nada menos que Mister Miércoles con un amigo.
Verlo significó un retorcijón de guata instantáneo, sumado al hecho de que no era miércoles ni por asomo. Pero, digna como soy, me hice la que no pasaba absolutamente nada en mi corazoncito.
En detrimento de mi dignidad, he de confesar que la parada me duró lo que dura un vaso de pisco sour y uno de caipiriña (menos mal que no acepté tomar golpeado porque no sé adónde hubiese llegado), porque al rato figurábamos cual pareja, abrazados y tomados de la mano, diciendo frases tales como “Te extrañé” y cosas parecidas.
Después del reencuentro, me hice el firme propósito de no buscarlo, me amarré las manos con cinta adhesiva para no llamarlo por teléfono, y me resigné a que no lo volvería a ver jamás. Claro que ese jamás fue bastante corto, porque el lunes siguiente recibo una llamada de él diciéndome que quería ir a verme.
¿Qué habría dicho una mujer orgullosa y totalmente digna? Obviamente, se hace de rogar un poco, atrasando el día del encuentro con cualquier motivo mentiroso. ¿Qué hizo la Pancha? Obviamente, se me atragantaron las palabras para decirle que lo esperaba en 10 minutos...y eso que era lunes. Y así fue como Mister Miércoles pasó a ser Mister Lunes.
Yo creo que una de las principales razones para haber recaído con este individuo es que nunca hubo un punto final para nuestra pseudo relación de día miércoles. No sé si se acuerdan, pero él desapareció después de decirme que podríamos intentar ser una relación normal (es decir, vernos fuera de las cuatro paredes de mi casa y en los demás días de la semana), por lo que nunca hubo una conversación que pusiera un fin oficial a ese “algo” que había entre nosotros.
Esa vez, fui yo la que exigía un poco de consideración. Esta vez, fue él quien comenzó a complicarse por mí. Y después de dos lunes de pasión y locura, tuvimos “la conversación”. En resumen, él no quiere nada serio, yo le gusto pero nunca tanto como para jugársela por mí, y se siente culpable cada vez que se va de mi casa sabiendo que tarde o temprano yo le iba a exigir lo que no podía darme, o sea, una relación como la gente. Por mi parte, en estos minutos no tengo idea de lo que quiero, sobre todo después del fin de mi última relación, pero si de algo estoy segura es de que más temprano que tarde me voy a terminar enganchando con él si sigue en sus esporádicas visitas de día lunes. El acuerdo fue no vernos más, o hasta que él decida tomarse en serio su vida. Si me lo preguntan, una sabia solución, puesto que simplemente amigos no podemos ser con esa fuerte atracción de por medio.
Ese fue el fin del capítulo Mister Miércoles, Lunes, o lo que sea. Eso sí, y debo contarles, no sin una apasionante despedida.

Monday, February 14, 2005

Día de los enamorados


Salgo a la calle y me atacan corazones rojos y rosados, parejas dándose besos y abrazos por doquier y legiones de cupidos rechonchos a poto pelado repartiendo flechas para todos lados. Hasta en Google hay un ramo de rosas en vez de la doble o. ¿Pasa algo inusual, nos conquistó algún tipo especialmente amoroso de extraterrestre? No. Sólo es el famoso Día de los Enamorados, un día donde las parejas, pololos y matrimonios recuerdan cuánto se quieren, gastan la plata que no tienen para sus parejas, los enojados se reconcilian y las florerías y chocolaterías completan su cuota del mes.
En este escenario idílico, donde todos andas como tórtolos tomados de la mano, ¿me pueden decir quién cresta piensa en los solteros? Porque digámoslo: si existe algún día del año donde recordamos lo solos que estamos, es el famoso 14 de febrero. Todo el mundo te lo dice, tal como si llevaras una gran L grabada en la frente.
Propongo diversas maneras de celebrar el día de los enamorados para los solteros, según el estado de ánimo que se tenga:
La masoquista: Sí eres del tipo de persona que prefiere enfrentar las cosas en vez de huir de ellas, lo primero que tienes que hacer es levantarte en la mañana escuchando la radio, ojalá algo así como la Romántica y la FM2, cosa de saber, desde el mismo momento en que despiertas, que es el famoso día de los enamorados. En lo posible, seguir escuchándola durante el trayecto hacia el colegio, la universidad o el trabajo, y no olvidar desearle a todo el mundo un feliz día del amor, recordando que no sólo es el amor de pareja, sino también de la amistad y el cariño (aunque tu sabes que es pura mierda, porque entonces, ¿para qué rayos existe el día de la amistad?). Mas tarde, desentierra la cajita del recuerdo, esa que está guardada en el fondo de tu closet, y comienza a releer cada una de las cartas de amor, flores y entradas al cine que te recuerdan días del amor un poco más felices y los fracasos que has tenido en el pasado. Para terminar este día bien masoquistamente, arrienda la película más romántica que aún quede disponible (Algo como antes del atardecer o cualquiera cuyo requisito sea que la protagonista sea una linda pareja de Hollywood) y vela comiendo chocolates kisses y con una torre de pañuelos desechables al lado.
La negativa: Lo primero que debes hacer, es levantarte con un genio de los mil demonios, que te permita romper la famosa radio en la estación que esté, y de paso, aguarle el famoso día a tus papás, a tu hermana y hasta al perro de la casa. Justamente ahora, recuerda de esparcir todos los secretos que prometiste no decir, sobre ese día que pillaste al pololo de tu hermana besándose con otra, de la vez que tu mamá chocó el auto y se quedó callada, y aprovechas de llamar al marido de tu ex para contarle de esa noche en que tuvieron una pequeña recaída. En fin, la idea es que si tú no lo pasas bien, los demás tampoco. Para cerrar con broche de oro, te haces el enfermo grave y no dejas que nadie salga de la casa para cuidarte a ti. Top.
La desenfrenada: Suena el despertador y lo primero que escuchas es una radio Activa o Zero, esas radios que gritan toda la mañana para sacarte de la cama y tienen una energía desbordante. Durante todo el día, lo que haces el planear el mega ultra carrete de la noche, sacando de tu libreta todos los nombres de tus amigos y amigas solteros, para celebrar que aún existe ese estado civil llamado soltería. En vez de flores y chocolates, existe la piscola y el bailoteo…¿Quién necesita una pareja para pasarlo bien? La fiesta dura hasta avanzadas horas de la madrugada, donde el estado etílico ya empieza a pasar la cuenta y terminan todos abrazados, llorando por la soledad y puteando a cualquiera que haya osado engañarlos o arruinarles la vida.
¿Cómo lo van a celebrar ustedes?

Monday, January 31, 2005

La bruja

En el amor, tal como en la guerra, no existen términos medios. En la guerra eres el vencedor o el vencido, y en el amor, eres miss perfecta o una bruja con verruga en la nariz y la escoba detrás de la puerta.
Después de yo misma haber demonizado a cuanto hombre se me ha puesto por el camino (los cuales, de ser perfectos y maravillosos príncipes azules han pasado a ser sapos horripilantes, en mi rabia y frustración), esta vez me ha tocado ser a mí la bruja, la pendeja, la rollenta que no sabe lo que quiere.
Y la verdad, después de lo que pasó la verdad es que no espero que se me trate con más cortesía. Me equivoqué, lo sé, medio a medio, también lo sé, así que acepto con absoluta resignación y hasta un sentimiento de comprensión que este individuo me ponga la verruga y el sombrero puntiagudo, y que me eche garabatos cada vez que se acuerde de mí y que me ponga diez mil sobrenombres. Lo que sí confieso que me da un poquito de susto es que se compre un vudú y me transforme en un alfiletero humano, pero pese a lo poco que lo conocí, creo que no va a llegar tan lejos.
Bueno, y después de esto, no sé lo que ustedes esperan de mí, pero yo estoy a un triste de adoptar a cinco gatos, dejarlos bien alimentados e irme a una peregrinación por el desierto, a ver si de una vez por todas me olvido de la existencia de los seres de sexo masculino, y a la vez dejo de sentirme culpable por lo que no fue, pues si sumo la brujedad de él con la que yo me empiezo a creer, la solución más sensata es comprarme una caldera, arrendar una cueva en la cima de un volcán y atraer a inocentes jóvenes para convertirlos en murciélagos.
Heme aquí, soltera de nuevo, con un nuevo dolor en el alma y una lección que jamás olvidaré: ni las brujas ni los demonios existen; los seres humanos sí. Y todavía estoy pensando qué es peor.

Wednesday, January 05, 2005

El verdadero valor del anillo

Este es un estracto del lobro "Cuentos para Demián" de Jorge Bucay.

Habíamos estado hablando sobre la necesidad de reconocimiento y valoración. Jorge me había explicado la teoría de Maslow sobre las necesidades crecientes.
Todos necesitamos el respeto y la estima del afuera para poder construir nuestra autoestima.
Yo me quejaba por entonces de no recibir la aceptación franca de mis padres, de no ser el compañero elegido de mis amigos, de no poder lograr el reconocimiento en mi trabajo.
—Hay una vieja historia— dijo el gordo, mientras me pasaba la pava para que yo cebara— de un joven que concurrió a un sabio en busca de ayuda. Su problema me hace acordar al tuyo.

—Vengo, maestro, porque me siento tan poca cosa que no tengo fuerzas para hacer nada. Me dicen que no sirvo, que no hago nada bien, que soy torpe y bastante tonto. ¿Cómo puedo mejorar? ¿Qué puedo hacer para que me valoren más?
El maestro, sin mirarlo, le dijo:
—Cuánto lo siento muchacho, no puedo ayudarte, debo resolver primero mi propio problema. Quizás después... –y haciendo una pausa agregó— Si quisieras ayudarme tú a mí, yo podría resolver este tema con más rapidez y después tal vez te pueda ayudar.
—E... encantado, maestro –titubeó el joven pero sintió que otra vez era desvalorizado y sus necesidades postergadas.
—Bien –asintió el maestro. Se quitó un anillo que llevaba en el dedo pequeño de la mano izquierda y dándoselo al muchacho, agregó –toma el caballo que está allí afuera y cabalga hasta el mercado. Debo vender este anillo porque tengo que pagar una deuda. Es necesario que obtengas por él la mayor suma posible, pero no aceptes menos de una moneda de oro. Vete antes y regresa con esa moneda lo más rápido que puedas..El joven tomó el anillo y partió.
Apenas llegó, empezó a ofrecer al anillo a los mercaderes.
Estos lo miraban con algún interés, hasta que el joven decía lo que pretendía por el anillo.
Cuando el joven mencionaba la moneda de oro, algunos reían, otros le daban vuelta la cara y sólo un viejito fue tan amable como para tomarse la molestia de explicarle que una moneda de oro era muy valiosa para entregarla a cambio de un anillo. En afán de ayudar, alguien le ofreció una moneda de plata y un cacharro de cobre, pero el joven tenía instrucciones de no aceptar menos de una moneda de oro, y rechazó la oferta.
Después de ofrecer su joya a toda persona que se cruzaba en el mercado –más de cien personas— y abatido por su fracaso, montó su caballo y regresó.
Cuánto hubiera deseado el joven tener él mismo esa moneda de oro. Podría entonces habérsela entregado al maestro para liberarlo de su preocupación y recibir entonces su consejo y ayuda.
Entró en la habitación.
—Maestro –dijo— lo siento, no es posible conseguir lo que me pediste. Quizás pudiera conseguir dos o tres monedas de plata, pero no creo que yo pueda engañar a nadie respecto del verdadero valor del anillo.
—Qué importante lo que dijiste, joven amigo –contestó sonriente el maestro—. Debemos saber primero el verdadero valor del anillo. Vuelve a montar y vete al joyero. ¿Quién mejor que él, para saberlo? Dile que quisieras vender el anillo y pregúntale cuánto te da por él. Pero no importa lo que ofrezca, no se lo vendas. Vuelve aquí con mi anillo.
El joven volvió a cabalgar.
El joyero examinó el anillo a la luz del candil, lo miró con su lupa, lo pesó y luego le dijo:
—Dile al maestro, muchacho, que si lo quiere vender ya, no puedo darle más que 58 monedas de oro por su anillo.
¡¿58 monedas?! –exclamó el joven.
—Sí –replicó el joyero— Yo sé que con tiempo podríamos obtener por él cerca de 70 monedas, pero no sé... Si la venta es urgente....El joven corrió emocionado a casa del maestro a contarle lo sucedido.
—Siéntate –dijo el maestro después de escucharlo—. Tú eres como este anillo: una joya, valiosa y única. Y como tal, sólo puede evaluarte verdaderamente un experto. ¿Qué haces por la vida pretendiendo que cualquiera descubra tu verdadero valor?
Y diciendo esto, volvió a ponerse el anillo en el dedo pequeño de su mano izquierda.

Monday, January 03, 2005

Despedida de soltera

Nooo, no se imaginen por el título que las cosas han ido tan rápido entre Apu y yo. No hablo de mi despedida de soltera, sino de la primera amiga de colegio más cercana que contrajo el sagrado vínculo del matrimonio. Hablo de la primera compañera más cercana porque otras ya se han casado. Una, justo al salir del colegio. Se veía venir, puesto que en diciembre de 1997, cuando salimos de las monjas, esta mujer ya tenía el diseño del vestido de novia en la cartera, y sin saberlo nosotras, luego vendría al mundo su primer hijo. Esa fue la primera despedida de soltera de una compañera de curso, donde alguien (no me acuerdo quien), llevó la primera (y última) película porno que he visto en la vida, la cual fue puesta en medio de las caras de asco e incredulidad de las asistentes al evento. En fin, el punto es que ninguna de las que se casaron antes me invitaron a su matrimonio, por lo que no se cuenta.
Esta vez, y luego de alrededor de un año de vivir con su pololo, la Pepa avisa de golpe y porrazo que se va a casar. Entiéndanme, no es que haya llamado un mes antes avisando a sus amigas, sino que esta individua llamó el miércoles para avisarle a su propia madre que preparara el viaje porque se casaba el jueves de la otra semana. Por supuesto que el hecho causó estragos en la hermana de la novia, quien se sintió absolutamente pasada a llevar por el poco tiempo de anticipación con que le llegaba el aviso de matrimonio; la madre, por otro lado, espera la próxima llamada de su hija para conocer a los nietos, y a las amigas como nosotras no nos quedó más remedio que asumir que, dentro de todo, nos enteramos con el tiempo suficiente (4 días) para organizar la nunca bien ponderada despedida a la soltería.
El día D, a la mejor amiga de la novia le tocó pasearla por medio Santiago, esperando que no sospechara nada, y echándome maldiciones en secreto porque a mí, la muy viva, se me ocurrió invitar a la novia a su propia despedida de soltera…Perdón, pero no tenía idea que estas cosas se hacían en el silencio absoluto y sin la venia de la novia…En fin, de todas maneras se suponía que no sabía, así que todo debía hacerse en el más estricto secreto. Después de un par de compras picaronas, nos juntamos en el depto de una amiga, preparadas para recibir a la Pepa, la cual quedó fascinada con la sorpresa. Yo sé que ustedes esperan con lujo de detalles los pormenores de lo que ocurrió después, pero lamento decirles que lo que ocurre en una despedida de soltera queda en el secreto de sumario. Sólo debo decir (para tranquilizar al novio, si es que lee estas líneas alguna vez) que todo fue bastante inocente, sobre todo porque fue organizado por niñas de colegio de monjas…
Por lo mismo, pasaremos al magno evento del matrimonio civil. Cuando le pregunté a la Pepa dónde demonios quedaba su casa, me dice “a la bajadita de la pirámide”, o más bien le dice a Apu, quien en esos momentos estaba tomando el recado para que yo pudiera anotar la dirección. Resumo; horas y horas metidos en un taco infernal, con un calor enorme adentro del taxi para llegar a una casa que literalmente queda a la punta del cerro. Mejor lo hace en San Vicente, porque hubiésemos llegado antes. Obviamente, con ese mal entendido, apenitas alcanzamos a saludar a la novia (tranquila dentro de todo) y al novio (estaba más nervioso que perro en bote), cuando aparece la oficial del registro civil, una señora embarazada con el riego permanente de tener la guagua ahí mismo.
Sólo bastó que hiciera callar a todos porque empezaba la solemne ceremonia, para que a mí me diera un ataque de risa. Y es que he de decir que a mí, junto con el nerviosismo, me baja la risa incontenible en los lugares más solemnes, como es el caso de los funerales, matrimonios y misas, por ejemplo. Además, esta vez conspiró la voz de la oficial del registro civil, una señora demasiado divertida. ¿Se han dado cuenta de esas personas que por darle un tono de seriedad al cuento, usan las palabras más floridas que encuentran, haciendo muy complicado el lenguaje? Ella, en vez de preguntar ¿Jura? Decía ¿Jura usted? En vez de hombre decía “varón”, y esas cosas, además de hablar más lento que de costumbre para que las cosas fueran más serias.
Maaaal, porque entonces ahí figuraba yo, con la cara enterrada en el pecho de Apu con tal de que no se escuchara mi risa, mientras los abuelos de la novia y del novio me miraban con cara de odio. Sin embargo, después me contuve, en el minuto en que ya se pasaba a la parte más emocionante, del “los declaro marido y mujer”, que en este caso debió haber sido “varón y varona”, dado el lenguaje de la susodicha.
De todas maneras, y pese a estos impasses, el matrimonio resultó de lo más emocionante. Al concluir la ceremonia, lloraban las hermanas y los abuelos de la novia, se repartieron abrazos de felicidad y alegría y comenzó a repartirse champaña. “Se acabó el concubinato”, fue el comentario de la novia, quien ya se está preparando para lo que será el matrimonio por la Iglesia. Espero que ahí nos avise con un poco más de tiempo, para pensar en bajar de peso para que entre el único vestido de fiesta que tengo en el clóset.
Lo único que terminaré por decir es que les deseo toda la felicidad del mundo a la familia Morales-Blanco.

Ser v/s Tener

No les había contado, pero la noche de año nuevo fui a comer con la familia de mi new boyfriend, después de que él me pidiera que me quedara a celebrar el inicio del nuevo año en su compañía. La verdad, el tema de mi familia no me complicaba mucho, ya que mi papá se acuesta a las nueve de la noche aunque llueva, truene, sea navidad o año nuevo, y donde mi mamá el negocio permanece abierto hasta aproximadamente las once y media de la noche, por lo que generalmente las doce nos pillaba de esta manera: a mi tío, dentro de la ducha, preparándose para salir a bailar; a mi mamá, sacando uvas de la parra y cocinando lentejas muy apurada para comer los doce granos y las tres cucharadas de lentejas para la prosperidad, y a mí, camino al negocio para buscar una cassata de helado de piña para acompañar la champaña. Así que después de llegar a un acuerdo con mis padres, llegar el sábado para celebrar con ellos, tomé la decisión de conocer a los pseudo suegros ese día.
Debo confesar que estaba un poco nerviosa, pese a que en ocasiones parecidas en mi pasado, los padres de mis pololos han sido de lo más amorosos conmigo. Sin embargo, esta vez era un poco diferente, pues se conjugaban una serie de factores que atentaban en mi contra. Uno, los papás de mi new love son de otro país, bastante lejano de Chilito. Una cultura oriental donde aún se concertan los matrimonios y donde se pueden comprar mujeres por una cantidad indeterminada de vacas u otros animales. No se asusten ni teman por mi vida, porque el sujeto en cuestión está totalmente occidentalizado, después de vivir casi toda su vida en este extremo del mundo. Eso sí, yo sabía que el mayor deseo de su madre era que su hijo se case algún día con una mujer de su propia cultura, para poder seguir con la tradición. Además, justamente por estas fechas a este hombre se le ocurrió abandonar la casa de sus papás (cosa ya decidida cuando lo conocí), por lo que el ambiente podía estar un poco denso.
Y bueno, yo de oriental no tengo nada, así que frente a la alternativa de ponerme un pañuelo en la cabeza y fingir pertenecer a una alta casta de su sociedad, decidí ser yo misma, vestida con una recatada polera blanca, pantalones negros y una botella de vino blanco en la mano. Pensé en llevar otra cosa, no fuera a ser que los suegros pensaran que soy buena para el trago u otras cosas, pero finalmente, todo estuvo bien. Conversamos de la vida, de dónde estudié, de mi familia, de su hija y hermana de mi pololo que tuvo su primera guagua en Panamá, y también un poco de la cultura oriental y occidental. Finalmente, creo que las cosas no anduvieron tan mal, sobre todo después de la despedida de la suegra. Dijo: “Siempre serás bienvenida en esta casa”. Supongo que quiere decir que todo estuvo ok.
(Antes de proseguir con este post, he de decir que después de una prolongada discusión con el susodicho, y dada mi pereza de poner a cada rato mi pololo, el innombrable o cosas parecidas, he decidido llamarlo Apu para efectos de este blog).
Bueno, conversando con el papá de Apu (me suena divertido), hablamos de las mayores diferencias entre oriente y occidente. Obvio que entre mi nerviosismo de ser inspeccionada no me acuerdo mucho, pero una de las cosas de las que me acuerdo, y que me quedó grabada para comentarlo en el blog, es que dijo: “En occidente se pone énfasis en el tener, tener y tener, mientras que en oriente se enfatiza el ser”.
Luego de darle un par de vueltas, me he dado cuenta de que este caballero tiene bastante razón. No sé tanto respecto de oriente, pero sí respecto del pensamiento occidental.
En el fondo, todo se basa en el tener. Lamentablemente, he conocido personas que todo lo miden con la vara de la plata. Todos valen de acuerdo a lo que tienen y no a lo que son. Por ejemplo, conozco a un médico que le ha ido bastante bien en la vida, pero que en vez de disfrutar de su prosperidad, sólo es feliz si tiene un mejor auto que su vecino, si tiene una casa en los sectores más altos de Santiago, y que siempre pregunta por el poder adquisitivo de los demás. De ahí para abajo clasifica. Y así lo veo en amigas, quienes buscan un hombre rico; lo veo en muchas familias, que gastan mucho más de lo que tienen para aparentar tener un mayor estándar de vida; lo veo en los niños, quienes buscan su felicidad en las cosas materiales.
No es que yo esté tan apartada de esto, como occidental que soy, pero creo que nunca ha sido un tema prioritario. No me veo con un hombre que tenga una vida sustancialmente distinta a la mía, que no podamos conversar de tú a tú en el plano intelectual, por ejemplo. Obviamente, busco a alguien con ambiciones, que sepa lo que quiere y luche por conseguirlo. Pero sé, realmente, que las personas valen por lo que son, y no por lo que tienen.
Wow, me fui heavy en la profunda…a la otra me resarciré.

Año nuevo, vida nueva

Ya comenzó el 2005. ¿Alguna novedad, dirán ustedes, empezando el año donde cumpliré nada más ni nada menos que un cuarto de siglo? La respuesta es sí. Muchas y variadas cosas han ocurrido este final de año que todavía me tienen con fuertes sentimientos encontrados. Uno de ellos es la tristeza. Este fin de año estuvo marcado por un sacudón de la madre Tierra que nos demuestra lo fuerte y dura que puede ser su reacción cuando se enoja. Miles y miles de personas muertas o desaparecidas, entre ellas una chilena que pasaba el mejor momento de su vida en la luna de miel junto a su marido. Otros miles de personas sin casa, desprotegidos, con sus familias perdidas y sin una gota de agua pura para tomar. La única conclusión a la que uno puede llegar con cosas como esta y el desastre de la disco en Buenos Aires, si es que se puede sacar algo en limpio, es que la vida es, además de corta, demasiado frágil para desaprovecharla en sufrimientos y complicaciones gratuitas, o de ganar y ganar plata para comprar y tener cada vez más. O sea, ¿a qué otra cosa se puede llegar, sabiendo que miles de familias o parejas pasaron de estar en unas vacaciones soñadas o una noche de baile a un infierno desastroso? Yo creo que esta, más que cualquier otra, ha sido la lección más importante del 2004.
En otros frentes, ya más personales, el último mes del 2004 me trajo en un solo paquete un regalito que jamás esperé. Luego de pasar por tantos hombres lunáticos y peripecias amorosas que se relatan en estas páginas, llegó a mi vida, de golpe y porrazo, un hombre excepcional, cuando ya había agotado casi todos los cartuchos. Justamente después del episodio de Antonio, mi jefa, siguiendo con la campaña – pseudo Teletón desesperada de “Buscándole una pareja a la Pancha”, concertó una nueva cita a ciegas con un desconocido de nombre impronunciable en este blog.
La verdad es que mis experiencias anteriores de “Blind Date” me impelían a rechazar de plano esta posibilidad. Bastante había tenido ya con el hombre freaky y Antonino el pendejito para continuar con estas siempre riesgosas aventuras. Sin embargo, y como ya habrán adivinado, acepté sólo para no decir después ¿Por qué no fui?
En fin, el individuo este resultó ser de lo más encantador. Periodista, cinéfilo de corazón, amante de la noche, de la buena mesa y los buenos vinos, bueno hasta la médula y atento hasta decir basta. Demasiado bueno para ser verdad, dirán ustedes, pero es eso con lo que me encontré frente a frente ese día. Por supuesto, con lo complicadas que somos las mujeres, sumado a todas las experiencias anteriores y a mi decisión de estar sola por un buen tiempo, comprenderían que las cosas no anduvieron como miel sobre hojuelas desde un principio. Con la honestidad que siempre me ha caracterizado en las lides amorosas, le dije a este hombre en al menos dos ocasiones que sólo quería ser su amiga, y nada más. Sin embargo, cual mono porfiado, volvía a invitarme a salir, me mandaba rosas a mi casa (debo decir que este gesto me conmovió hasta el alma, pues era primera vez que alguien me regalaba flores, sin contar una vez que mi ex me regaló una rosa que alguien había dejado botada en la calle, jajaja), y al final, sin yo proponérmelo, comencé a mirarlo con otros ojos, a querer que estuviera más tiempo junto a mí, y a extrañarlo mucho más de lo que yo misma creía, hasta que finalmente asumí que lo que sentía era algo más que amistad.
Ahora, analizando la situación retrospectivamente, creo que muchas veces pedí un hombre cómo él, incluso en este mismo blog. O sea, un hombre que se la jugara por mí, que no tuviera miedo al compromiso, que me quisiera con el alma, etc, etc. Sin embargo, cuando apareció frente a mis ojos, tal cual como lo había pedido, me sentí muerta de miedo, temblando como una hoja frente a este hombre, con la certeza de que si decía que sí, tal vez no habría vuelta atrás, y con un miedo horrible de herir sus sentimientos.
Menos mal que lo superé, porque de haberme quedado en mis trece, habría perdido el mejor hombre que se me ha cruzado en mi camino, el que ahora me tiene escribiendo estas líneas, feliz por comenzar este nuevo año a su lado, y teniendo la sensación de que por fin, encontré algo mejor a la vuelta de la esquina. ¡Bienvenido 2005!