Thursday, June 16, 2005

Maldita Twiggy


Maldita Twiggy Lawson. Creo que esta sería mi primera bandera de lucha si tuviera que organizar una especie de marcha femenina contra las injusticias del género. Y digo la primera porque detrasito en mi odio iría la muñeca Barbie, Vilma Picapiedra, Olivia de Popeye, Jenny de Mi Bella Genio y tantos íconos de la “perfecta ama de casa”, capaces de perdonarle todo al marido, negando su propia individualidad, muriendo por contraer matrimonio, excelentes cocineras y madres a toda prueba. Además de eso, flacas como tallarín.
La Twiggy es la primera en la lista por su inconsciencia. La verdad, no tengo ni la más mínima idea de si pensó alguna vez que iba a cagarles la cabeza a todas las mujeres de las generaciones venideras, con su implantada moda de “flacura extrema”. ¿Se estará revolcando en su tumba, pensando en cuanta niña anoréxica hay regada por el mundo?
Otra de las responsables de estos quebraderos de cabeza, indudablemente, es esa famosa muñequita llamada Barbie, anatómicamente imposible, pero perfecta a los ojos del mundo. Además, racista, porque sólo hace unos pocos años sacaron Barbies de pelo negro y piel morena, no sé si por respeto a tantas niñas de esos colores existentes en el mundo, o simplemente para evitar desastres al tratar de convertir un pelo negro como el azabache en un sedoso y perfecto rubio, o de echarse jugo de limón en los ojos para volverlos azules (creo que es una de las cosas más estúpidas que he oído, y de pasadita, les cuento que nunca tuve la valentía para hacerlo).
Y aceptémoslo: Las mujeres ideales de este tiempo simplemente no existen. Una mujer flaca como palo de piernas, brazos y cintura no puede tener pechugas de 120 centímetros y un poto descomunal, a menos que pase entremedio el señor bisturí y la señora silicona.
De todo esto, creo que una de las cosas que más me molesta es la culposa relación que esta sociedad pro mujeres – tallarines ha impuesto entre nosotras y la comida. Desde esa terrorífica edad pre púber, recuerdo los almuerzos que tenía con mis compañeras en el colegio. Mientras yo, feliz de la vida y tranquilamente, comía un sándwich de churrasco, palta y tomate, enviado por mi madre justo antes de la hora de almuerzo, mis compañeras, sin yo pedírselo, hacían una exhaustiva contabilidad de las calorías que estaba consumiendo, y de las horas de ejercicio posterior que tendría que hacer para bajarlas. Obviamente, hacían esto con ojos de odio, mordisqueando una mísera manzana, pero con la boca hecha agua por comer un pedazo de mi pan. Unos años más tarde, a mi curso le dio una especie de fiebre por la flacura, donde se aplicaban todos los secretos habidos y por haber para bajar de peso. Que el jugo de pomelo en la mañana, que los cuatro litros de agua al día (recuerdo carreras interminables al baño), que la dieta del sol, de la luna y de las estrellas…ufff.
Solo dos veces en la vida he intentado hacer un tipo de dieta, y la verdad es que he fracasado estrepitosamente. No alcanzo a llevar un día entero, cuando me empieza a entrar una angustia tremenda, pensando en las cosas ricas que existen en el mundo y que no puedo comer, por lo que al final, siempre antes de las seis de la tarde, ataco el refrigerador sin piedad y me como todo lo que encuentro. Obviamente, la dieta y las intenciones quedan pegoteados en los bordes del frasco de nutella, pistachos y chocolate.
Además, cuando uno está soltera y en sequía extrema de sexo, como yo en este periodo, ¡¡¡Por favor no me pongan a dieta!!! Si hay algo que me gusta en esta vida, es disfrutar de una rica golosina, en lo posible sin culpas ni contabilidad de calorías, más aún si es invierno, llueve y no hay otro panorama que ver “Los treinta” acostada en mi cama.

2 comments:

Xi said...

Pancha, veo que estás desaplicada en tus labores de blogger. Te perdono, porque yo estuve tres meses sin escribir un mango por las obligaciones, aunque ahora me he puesto al día... pégate una vueltecilla.
Niña, espero que en tus vacaciones te hagas un tiempo para escribirnos a los que nos quedaremos muriendo de invierno y envidia en el poto del mundo, mientras te das la gran vida en Europa. Un beso y bon voyage. Te quiero.

Louis Cyphre said...

Qué coincidencia. Estoy en el terminal Santiago, esperando un bus. Tu dirección guardada y me meto y encuentro un comentario de Xime, con la cual nos leemos a menudo...

Mira lo que es la vida.

Saluda a tu amiga cronopio de mi parte.