Tuesday, September 27, 2005

Insulínica Resistente



Sabía que mi lujuriosa y desordenada alimentación , donde el chocolate y las masas eran los protagonistas, terminaría por traerme más de un problema. Pero hasta ahora, sólo había pensado en los inconvenientes estéticos de la subida de peso, comenzando por la imposibilidad de ponerme traje de baño y el constante temor de que los botones de mis pantalones terminaran hiriendo a alguien en plena calle producto de mi panza. Pero la verdad, jamás se me pasó por la cabeza el tema de la salud.
Hasta la semana pasada, cuando en la acostumbrada y poco agradable “revisión técnica” ginecológica, el doctor me pidió 800 mil exámenes, y me encuentro con la sorpresa de que no sólo padezco de hipotiroidismo (Moya qué hace y dónde está la tiroides), sino que también he desarrollado un principio de insulina resistencia, primer paso hacia la temida diabetes. Debo confesar que hace más de un año que no iba al doctor, sobre todo para que no me sometiera a la tortura de pesarme. Evidentemente, con los resultados de mis exámenes, tuve que agachar el moño y permitir que se supiera mi peso real. Por más que me empeloté, la balanza no bajaba, por lo que el doc llegó a la conclusión que me sobran 5 kilos.
Puedo echarle la culpa a mis antecedentes familiares, o a mi familia que se les ocurre tener un supermercado con todas las golosinas habidas y por haber al alcance de mi mano (quizás si hubiesen tenido ferretería las cosas serían distintas), pero a final de cuentas la principal responsable de este descalabro soy yo. Yo mismita, con eso de que sólo se vive una vez y que el chocolate es el mejor sustituto de una relación sexual, al final terminé comiendo prácticamente una golosina al día, lo más alejado de una dieta equilibrada del mundo. Además, como vivo sola y me da una lata enorme de cocinar todos los días, terminaba agarrando el teléfono y llamando a la Pizza Hut, en media hora o gratis.
Y bueno, aquí están las consecuencias. Condenada médicamente a tomar una dieta del terror con una nutricionista y expeliendo absolutamente el azúcar de mi vida. El sólo pensar en que no podré comer chocolate en al menos unos meses me pone realmente mal. Estoy al borde de la depresión, (depresión post chocolate, podría ser) aunque espero que el hambre no me convierta en una energúmena, arañando las paredes de mi casa y gritándole a quién se me cruce por delante, ni padezca algún síndrome de abstinencia que me vuelva aún más tiritona de lo que soy por naturaleza.
Sin embargo, hasta de esta gran tragedia se puede sacar algo positivo, porque con una dieta tan rigurosa, ¿Cómo no voy a bajar de peso? Luego de padecer las penas del infierno, y acostumbrar mi mente a que el azúcar y las grasas son mis mayores enemigos, por fin podré ponerme el más mínimo bikini sin avergonzarme, y podré enfrentar a la temida pesa con mucho mejor ánimo…¿Con algo tengo que consolarme, no?



REQUIEM PARA EL CHOCOLATE

Vengo en este día sombrío y triste como mi ánimo,
A decirle adiós a uno de mis amigos más queridos.
Compañero eterno de las noches solitarias,
Donde me perdía en la inmensidad de mi propia cama,
Extrañando el calor de un cuerpo a mi lado,
Reemplazándolo por el sabor de su dulce contacto.
¿Cómo no te voy a extrañar, adorado chocolate,
cuando fuiste el regalo preferido de todos los cumpleaños,
de todas las amorosas propuestas de los pretendientes?
Con almendras, blanco, bitter, con avellanas y nueces,
De las más variadas formas, colores y sabores,
Lo más sublime probado por paladar alguno.
El mejor invento para calmar las penas y acompañar las alegrías.
Hoy me despido, querido amigo,
Con dolor en mi alma y un sentimiento de vacío.
Hoy le digo adiós a tus encantos
Condenada a comer sólo verduras cocidas y pasto.

Thursday, September 08, 2005

Aventuras Europeas

Me odiarán a muerte por tenerlos tanto tiempo en la oscuridad de las tinieblas, sin contarles nada de las aventuras de mi acontecida vida. Y es que hasta yo misma me veo en problemas ahora, pensando cómo diablos puedo meter los últimos dos meses en un espacio que cualquier mortal pueda leer en el transcurso de un día. En fin, en honor a ustedes, los que cada tanto se meten en mi página buscando cosas nuevas de qué reírse, lo intentaré.
Primero, debo decir que en un arranque de seguridad laboral y la certeza de que era algo que sólo podía hacer a estas alturas de la vida, decidí lanzarme a la piscina como toda una aventurera, y sin tener un piticlín en el bolsillo, me tomé un avión y me fui rumbo a Europa. Lejos, la mejor decisión que he tomado en la vida, porque por Dios que vi cosas maravillosas…además, me hice un cocktail con algunas de las ciudades más bellas de ese continente, porque la perla se anduvo paseando por París, Praga, Venecia, Atenas, algunas islas griegas, Roma y Florencia… De verdad, de verdad, fue un viaje como para no creérselo, y si no fuera por la cantidad astronómica de fotos que saqué, pensaría que todo fue parte de un sueño.
Por lo menos en este primer adelanto, he decidido no contar con detalles cada momento del viaje, porque temo latearlos y también temo que mi jefa no me permita ocupar todo el horario de oficina escribiendo mis aventuras europeas. Sólo adelantaré que, para mi mala cueva, sólo bastó poner una pata en suelo parisino para caer con una amigdalitis feroz, que casi me hizo morir por esos lares, y que en circunstancias normales me habría tirado a la cama cual estropajo humano. Pero como no estaba en Chile, y no tenía quién me regaloneara y me hiciera miel con limón, aperré como nunca, subí la torre Eiffel, me pasée por toda Praga, soporté la maldición de la catedral de San Vito (una escalera de caracol que ayúdame a decir alta, del verbo claustrofóbica y por donde subían y bajaban turbas de gente: llegué hiperventilada a la cima, en parte por el resfriado y en parte por mi deplorable estado físico), y cuando llegué a Grecia ya no podía más. Gracias a Dios, los griegos son más despelotados que los chilenos y el nombre universal de los remedios es el latín, lo que me permitió comprar una amoxicilina de 1400 gramos que por fin, me llevó a sentirme mucho mejor.
Una de las cosas seguras de este viaje, tanto para mí como para la Vania (compañera de danza árabe y de andanzas por allá, con la que llegamos a ser muy buenas amigas), era que íbamos a adelgazar. Claro, seguro que con los más de cuarenta grados de calor y la sed que nos consumirá, lo más probable es que tomemos pura agua y que caminemos más que nunca en la vida, eran nuestras suposiciones.
Nada más lejos de la realidad. Y es que cuándo yo, díganme ustedes, he aplacado la sed con agua? Los helados en todas las formas y colores, el ice tea y los jugos de frutas fueron nuestros mejores aliados, sumados a la enorme cantidad de ensaladas griegas, papas fritas, pastas y sándwiches. Obviamente, en vez de llegar más flaca, llegué como una bolita, y los mayores culpables de este descalabro alimenticio fueron, sin ninguna duda, los helados italianos… ¡Nunca había probado helados tan ricos en la vida! Además, si sumamos lo rico de sus helados con lo rico que son los italianos, creo que podría decir que fue uno de los países favoritos. Donde miraras, había un mino, ¡¡Si hasta los choferes de micro eran ricos!!
Bueno, la verdad es que la autoestima en Europa se te puede ir a la cresta, porque hay lugares donde las mujeres llamaban la atención por lo bonitas. En Praga, por ejemplo, todas las mujeres eran como muñecas, con piernas que le llegaban hasta el cuello, narices perfectas y un cutis de porcelana envidiable…nada que decir de nosotras, que llegamos a Praga chasconas, desordenadas, con unas mochilas en donde cabía perfectamente un cadáver a la espalda y una cara de cansancio atroz.
Pero incluso en estas circunstancias, con italianas y griegas por todos lados, tuve un romance de verano, comprobando que a nadie le falta Dios.
Es un holandés, que andaba, al igual que yo, de vacaciones en Creta. De hecho, y para mi suerte (digna de Murphy) nos conocimos justo la noche anterior a que tomara el vuelo de vuelta a Ámsterdam, cosa que finalmente, no nos impidió pasar una noche increíble juntos. Era como en esa película “Antes del Amanecer”, donde sabes que al otro día te tendrás que despedir, lo más probable es que para siempre. Pero esa es parte de otra historia, y merece, de todas maneras, otra columna… Así, los dejo con las ganas…