Monday, May 02, 2005

MALA SUERTE

Leyendo la columna de mi gran amiga Ximena, y sufriendo también por ese pobre individuo al cual le llueve la mala suerte, me puse a pensar en los casos que me ha tocado ver a mí. Digo los casos porque afortunadamente no soy de las personas de esas que la mala suerte las persigue, aún cuando me queje de eso en las lides amorosas. La verdad, no tuve que pensarlo mucho para caer en mi propio referente de la mala suerte, y casi pienso que todos tenemos uno.
Para mal de males, se trata del “Hombre casi perfecto”, cuyas características personales hacen que sea la vara con la que mido a cuanto hombre se me cruza por delante. Si no tuviera tanta mala suerte, no viviera tan lejos y no le pasaran cosas terribles cada cinco minutos, hasta pensaría que me farrié al hombre de mi vida.
Nos conocimos en Brasil, hace ya cuatro años (por Dios que pasa luego el tiempo). Era el escenario perfecto: playa con aguas tibias, vegetación verdísima por todos lados, tres amigas muy buena onda y mulatos a la vista hacia donde dieras vuelta tu cara. Fue el típico viaje universitario, puro carrete, casi sin conocer más que la playa y los antros nocturnos del sector, además de comprobar que no saber portugués no era ningún impedimento para entablar relaciones interpersonales.
Pero con Alberto, el idioma no era un problema. Él es argentino, y estaba de vacaciones igual que nosotras. Un dato importante, que por puro pudor casi oculto, es que al tomar el avión en Santiago, yo estaba pololeando, en una reciente relación que nunca tuvo mucho futuro. Y claro, yo arriba del avión, conversando con mis amigas, juraba de guata que iba a ser de lo más fiel, que me iban a dejar cuidando las cosas en la playa mientras ellas, libres y solteras como unas palomas, hacían y deshacían con los estupendos mulatos de las costas brasileñas.
En honor a la verdad, y vergüenza para contar esto no me falta, la fidelidad no duró más que la primera noche, cuando conocí a Alberto. Lisa y llanamente, luego de cuatro horas de conversación, me enamoré. Me enamoré como uno se enamora lejos de su casa, sin ninguna convención social. Estaba en Brasil, a miles de kilómetros de mi pololo (o ex a esas alturas), y me había encontrado de sopetón con el hombre ideal.
Sin embargo, ya en ese minuto debí sospechar que una fatídica nube negra lo perseguía, tal como los dibujos animados. Luego de ahorrar no sé por cuanto tiempo para poder viajar a Brasil, el pobre se había intoxicado, y estuvo tres de los siete días internado en un hospital brasileño, solo y sintiéndose pésimo hasta que le permitieron salir. Después nos conocimos, justamente dos días antes de que él debía tomar el avión de vuelta a Argentina.
Ahí comenzamos una pseudo relación por carta (a la romántica, con cartas de papel, cosa no muy práctica porque con la mala suerte se perdían dos de tres en el correo) y a veces por teléfono. Dos o tres veces estuvo a punto de venir a Chile a verme, pero la primera coincidió con la crisis argentina (con lo que su sueldo quedó reducido dramáticamente a un tercio con el cambio de moneda), a la segunda se quebró la pierna jugando fútbol y estuvo más de un mes en cama, y a la tercera le robaron el auto y no pudo encontrarlo más, además de que operaron a la mamá. Finalmente, cuando por fin podía venirse, yo había empezado a pololear con Gonzalo, así que fui yo misma quien abortó el viaje.
Oro ejemplo: Él tiene una voz super privilegiada, así que como no tenía mucho que perder, postuló al reality “Operación Triunfo” en Argentina. Efectivamente quedó en la preselección, pero al mismo tiempo cumplió los 30, quedando automáticamente fuera por la edad.
La última vez que hablé con él por msn, hace algunos días, me contó que lo habían echado de la pega por que lo pillaron fumándose un cigarro en horario de trabajo, que había trabajado como radiotaxi hasta que su auto se le echó a perder, y que finalmente decidió irse a probar suerte a Canadá, a ver si por lejanía su nube de la mala suerte no lo alcanza en esas latitudes.
Es de esperar que así sea, porque es una de las personas en esta vida que se merece una nueva oportunidad.

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