Monday, June 05, 2006

Patitas de lana

Debe ser la conjugación astrológica o la “negra nube cósmica del invierno”, como diría una compañera de oficina, pero el caso es que he empezado esta temporada de frío con la pata izquierda. Y literalmente con la pata izquierda, puesto que he vuelto a desarrollar una armoniosa relación con la madre Tierra. Si leen los blogs anteriores, hay un comentario entero dedicado a la peculiar facilidad que tengo para caerme en las circunstancias menos apropiadas de la vida. Por ejemplo, resbalarme en medio de la pista de baile en el matrimonio de mi hermana, o caerme adentro del baño de un bus interprovincial cuando justamente el hombre de mis sueños va sentado en frente. O sea, el tipo de cosas que sólo me pasan a mí.
Pero luego de un largo periodo sin protagonizar un episodio vergonzoso de este tipo, pensé que ya había pagado el karma correspondiente. Sin embargo, el destino se encargó de recordarme lo frágiles que somos como seres humanos.
El primer episodio fue hace dos semanas, minutos después de haberme puesto una inyección de penicilina con benzatina, todo para combatir una molesta amigdalitis que me hizo estar dos días en cama. Obviamente, salí cojeando de la enfermería, como si me hubiese puesto vidrio molido en el cachete del poto, y la muy linda andaba de faldita y unas espectaculares botas negras con las que compensaba (según yo) mi cara de enferma. A los pocos pasos de caminar tratando de no cojear demasiado, espléndida por la vida, sucedió la catástrofe. Las malditas botas negras de suela me traicionaron, me hicieron resbalar en medio de la calle y caí como un saco de papas en pleno Providencia, con la falda en plena cara y la cartera en el suelo. Y ustedes pueden entender que, siendo yo la Pancha, una caída así no podía pasar piola: en la misma esquina, había un grupo de universitarios (no sé si de periodismo o publicidad) con una cámara, filmando. Lo único que atiné a decir antes de que me pararan (una amorosa niña, que no sé cómo logró levantarme, entre la risa y la sorpresa) fue “por favor, esto no lo graben”.
Después seguí caminando, totalmente digna, pero cagada de la risa, pensando en todos aquellos que hubiesen pagado por presenciar la escena.
Justamente la semana posterior, estaba en la oficina contando el incidente, cuando me paré rápido para hacer no sé qué cosa, y me enredé en el cable de la estufa. Obvio: por segunda vez en dos semanas, caí cuán larga soy en el suelo de la oficina, entre el asombro y la risa de mis compañeras de oficina. Desde ese momento, me afirmaban cada vez que salíamos a comer, temiendo otra desgracia.
Yo no sé esa extraña fijación que tiene Diosito por ponerme tan cerca del suelo. ¿Qué ganará con hacerme caer tantas veces, aparte de cagarse de la risa? Lo que me faltaba: ser el bufón personal del Tatita, jajajajjaja.
Pero tal como lo dije antes, creo que estos porrazos literales me sirven para aprender a tratar los que son realmente importantes. Siempre salir digna, y con una tremenda sonrisa en la cara es mi regla número 1.
Lo único que agradezco es que ya no exista Video Loco, porque de ser así, seguro que los universitarios de la cámara habrían enviado el porrazo: yo creo que hubiese hasta ganado la temporada.

2 comments:

yuriflame said...

PLOP!!!!

Anonymous said...

hola, como siempre muy chistosas tus anécdotas, aunque me parece que has estado un poco floja con la lectura, cuidate de las caidas
saludos
Yo