Tuesday, November 09, 2004

"Marcados" por los ex

Anoche, conversando por teléfono con un amigo, me confesó que hasta el día de hoy lo pena una mujer de su pasado, una “ex” definitivamente sacada de la más tenebrosa película de terror, donde “Bajos Instintos” es una alpargata vieja y deshilachada. Llamadas por teléfono a horas insólitas, apariciones inesperadas en la puerta de su casa (con golpes y pataletas incluidas en la escena) e intentos desesperados por recuperar su amor, lo dejaron marcando ocupado hasta el día de hoy.
No es el único caso que conozco. La Jose terminó con su pololo hace más de un año, después de cinco años de una relación que podría considerarse normal. Después del término de esta, el individuo cambió radicalmente. No pudiendo aceptar de buenas a primeras, ni a segundas, ni a terceras, el que simplemente la relación había terminado, comenzó una historia de llamadas escalofriantes, amenazas varias y persecuciones hasta el lugar de trabajo, de colación y la casa de la Jose. A veces, ella volvía de madrugada, y ahí estaba el susodicho, parado en la puerta, interpelándola duramente por haber salido con “otro”, y haciéndole la vida imposible. Aún hoy, más de un año después, vuelve a aparecer como un fantasma cualquiera, según él, sólo para saludarla y saber de su vida, hasta que de repente se le sale un “mi amor” o algo así, con lo que a la Jose le dan unas ganas de salir huyendo despavorida, lo más rápido que pueda, alejándose del teléfono para siempre.
Bien sé yo que el término de una relación donde uno pone todos sus proyectos y esperanzas es bien duro. Más aún cuando es el otro el que decide terminar, dejándote con un millón de preguntas y con la sensación de que “algo” pudiste hacer y no hiciste. Confieso que algunas veces he tenido la tentación de llamar nuevamente al individuo para aclarar qué fue lo que pasó, pero finalmente me doy cuenta de la inutilidad de esa acción. Gracias a Dios, hasta ahora no me ha tocado ningún ex psicopatón, que me persiga por la vida o me amenace en plena vía pública, pero me imagino que es una experiencia que no se olvida tan fácilmente. Lo que sí he vivido, además, con el primer hombre de quien me enamoré en la vida, una desilusión de proporciones, en parte causada por mi propia inexperiencia en cosas de amor y en parte porque él se portó como un cerdo conmigo, despreciando todo el cariño que le entregué, y dejándome con el corazón partido en dos de sufrimiento.
Sin embargo, a pesar de que siempre que conozco a alguien nuevo tengo un poco de miedo de lo que va a pasar en el futuro, haciéndome un montón de preguntas del tipo ¿Responderá positivamente a mi cariño? ¿Recibiré lo que merezco, es decir, en proporción a lo que doy? Finalmente siempre termino entregando una nueva oportunidad a mi propia esperanza, y si finalmente no resulta como lo pensé, miro de nuevo adelante y me digo que fue sólo porque Dios me tiene una mejor sorpresa a la vuelta de la esquina.
Sin embargo, entiendo que hay cosas más difíciles de superar. Mi amigo, por ejemplo, me confesó que ahora cada vez que conoce a una nueva mujer, se mantiene por mucho tiempo a la defensiva, temiendo por su integridad psicológica si resulta ser otra de iguales características a la que conoció en el pasado. Obviamente, esto es bueno, porque va mirando cuidadosamente en qué terreno pone cada paso, pero por otro lado, comienza todas las nuevas relaciones temeroso, pensando a cada minuto que la mujer que tiene delante se va a volver un ogro psicopatón, cerrándole las puertas a la esperanza de una buena relación. Creo que a la Jose le pasa más o menos lo mismo, es decir, vive una crisis de confianza seria con el sexo masculino, y no cree ni en lo que rezan los nuevos prospectos.
Ambos tienen un miedo horrible, y a veces, inconfesado, de volver a pasar por la misma experiencia de terror, y estoy segura de que nadie los culparía por esto. Eso sí, hay que estar conscientes de que, entre todos los sentimientos que existen en este mundo, uno de los más paralizantes es precisamente el temor. Por miedo a tirarse a la piscina, uno nunca aprende a nadar; por miedo a caerse, nunca le sacas las rueditas chicas a tu bicicleta; por miedo a vivir, puedes quedarte parado por años de años en la misma parte, sin atreverte a ser feliz.
¿Será que mi naturaleza no aprende nunca de las experiencias del pasado? ¿Será que soy muy osada para enfrentar la vida? Obviamente, el vivir así me ha traído bastantes amarguras, que tal vez me habría ahorrado de pensar de un modo diferente. Pero también me ha traído los momentos más gratos de la vida, esos que nunca se recuerdan sin una enorme sonrisa en el rostro y la sensación de que finalmente, la vida es demasiado corta como para no aprovecharla al máximo.

No comments: