Thursday, November 18, 2004

Quien se acuesta con niños…

Lo decidí: Nunca más me meto con hombres menores que yo. Pero de verdad, ni siquiera un mes, un día o un segundo. Ya sé lo que van a decir, y es que en el momento menos pensado puede aparecer en mi vida el hombre perfecto, ese con el que siempre he soñado y que me va a importar un pepino si es menor que yo. Lo asumo y lo acepto, pero mientras eso no ocurra, miraré hacia arriba a los siguientes prospectos de mi vida. Lo digo por mi propia experiencia, pero también por la de mis amigas y amigos, quienes se han visto a merced de pendejos y pendejas inmaduros y faltos de escrúpulos.
Lamentablemente para mí, siempre he tenido una especial debilidad por los hombres con cara de guaguas, y desafortunadamente casi siempre la cara coincide con su edad cronológica, lo que me ha hecho pasar bastantes malos ratos.
Relacionarte con una persona de menor edad que tú no es taaan terrible cuando ambos están en lo mismo, tal vez en el colegio, o la universidad, donde ambos tienen más o menos las mismas prioridades en la vida y el mismo tiempo libre, donde verse un lunes a las 11 o 12 de la noche para carretear no presenta mayores complicaciones, o los dos deben llegar a sus casas a horas decentes por el tema de los permisos.
Sin embargo, ya trabajando la cosa se complica. ¿Recuerdan a Mister Miércoles? Pues bien, él, pese a sólo tener un año menos que yo, estaba en tercer año de su carrera, y yo sabía que el tema de que yo estuviera trabajando, viviera sola y fuera medianamente independiente le complicaba más de lo que estaba dispuesto a asumir. De hecho, creo que esa fue una de las razones para huyera despavorido ante la sola mención de la palabra “relación”, tomando el camino de salida cuanto antes.
Lo más terrible de salir con niños es que uno, quiéralo o no, comienza a exigirles otro tipo de conducta, que coincida con tu propia madurez. Y eso, lógicamente, es imposible, como pedirle peras al olmo, frutillas a un alerce o melones a un aromo.
Por ejemplo, una amiga mía muy cercana, que comenzó a salir con un universitario dos años menor, iba caminando a su lado por pleno centro de Santiago, cuando a él se le ocurre invitarla a comer pizza. Ella accedió, encaminando sus pasos hacia una Telepizza cercana, mientras él tomaba el camino contrario para comprarle una en plena calle, de esas que venden en las veredas. Obviamente, mi amiga se quedó de piedra, se comió la famosa pizza con un sentimiento indescriptible de asco y después se prometió a sí misma buscar en el futuro a una persona un poco más pudiente. Sé que, nuevamente, este es un caso extremo, pero ¿No les ha pasado alguna vez que están en un lugar donde no calzan para nada?
A mí sí, una vez que acompañé a mi ex a un cumpleaños de un compañero de universidad. La imagen era la siguiente: yo, con bluejeans celeste claro, polera rosada y tierno maquillaje, en un carrete netamente universitario, donde todos amaban el heavy metal, de negro, cadenas e implementos góticos, con Rush, Sepultura y System of a Down de telón de fondo, combinado con botellas de cerveza que corrían de boca en boca en el patio de la casa del cumpleañero, y todos hablando en un idioma absolutamente desconocido para mí. De hecho, ahora que lo pienso, creo que ha sido una de las ocasiones de la vida en que me he sentido absolutamente como pollo en corral ajeno. Claro está que eso puede pasar con alguien menor o mayor que tú, pero en otra ocasión, simplemente no lo hubiese acompañado y punto.
Y como esto no puede resultar cierto sólo para un lado, también he conocido bastantes casos de amigos que han pasado las de Quico y Caco por meterse con niñitas colegialas, donde obviamente la madurez no es algo que sobre en sus dulces cabecitas. A veces, ellos mismos me han reconocido que han caído en esa situación por inseguridades propias, que los llevaron a buscar a alguien indefenso, para sentirse necesitados por alguien, pero luego se han dado cuenta de que han caído en el juego de ellas y que es muy difícil salir de sus manipulaciones y jueguitos. Obviamente, esto no pasa todo el tiempo, porque también existen colegialas centradas y maduras, que logran llevar a buen término una relación.
Lo que sí temo, es que en esta época al parecer la “pendejez” masculina se extiende como una peligrosa enfermedad, sin respetar edad cronológica, raza, estado civil o religión. Hombres de 17, 20, 25, 30 y 40 años huyendo a la sola oída de la palabra “compromiso” y para qué decir “matrimonio”, que buscan solamente tener amigas con ventaja sin consecuencia alguna, indecisos en este nuevo mundo donde las mujeres ya no los necesitan tanto como antes, y seguros de que la juventud es un estado del que jamás van a salir.
Por lo tanto, en este nuevo mundo, las afortunadas que ya han conocido a un hombre dulce, comprometido y maduro ¡¡No lo suelten por ningún motivo!!
Para las que no, sólo nos queda seguir buscando en este triste valle de lágrimas, poner a San Antonio, San Expedito, Santa Rita y todos los santos de cabeza y rezar por que aún quede alguien de esa extraña raza…¡¡Mucha suerte!!


1 comment:

Anonymous said...

y ahora lo leo....!!!!!!!!!! genial besos cota