Tuesday, November 30, 2004

I'm posessed

Estoy poseída. Lisa y llanamente. Desde hace un tiempo mi cuerpo me estaba avisando que algo raro pasaba, pero la verdad es que no le hice mucho caso hasta que mi mamá me rogó que fuera al médico, y este fin de semana, luego de una serie de cosas que me pasaron en la piel, como una ampolla salida de la nada, rasguños inexplicables (que seguro me hago yo misma en la noche) y granitos por toda la cara, decidí tomar una hora con el doctor.
El primero que vi fue un fiasco; luego de una ineficiencia atroz por parte de las recepcionistas, quienes olvidaron avisar de mi hora, fui atendida una hora más tarde por un médico apurado y con unas ganas enormes de irse a su casa, quien me miró a la cara sin compasión, me dio una crema y me dijo que volviera a los cinco días para ver la evolución del “cuadro”. Evidentemente, huí de ese individuo y tomé otra hora, esta vez con un amable doctor que me hizo sacarme la polera (tengo esa maldita cosa provinciana de que para que un médico merezca mi plena confianza por lo menos tiene que sacarme alguna ropa y auscultarme con ese aparato de nombre complicado).
Bueno, este me rasguñó la espalda (literalmente) para ver la reacción de mi piel, lo que me dio mucha risa, imaginándome cual María Izquierdo en “Sexo con amor” en su visita al ginecólogo. Entre nos, no era algo taaan imposible, teniendo en cuenta la sequía que me consume.
Me dijo que me tranquilizara, que la verdad no estaba poseída por el demonio, sino que tenía un cuadro de alergia urticariosa, por lo cual me mandó a la farmacia a comprar un montón de cremas ultracaras y unas pastillas que tengo que tomar hasta el día del juicio final.
Mejor me hubiera dado unas buenas vacaciones, con una playa de arena blanca en medio del Caribe, porque nadie me saca de la cabeza que lo que está provocando esta extraña sucesión de acontecimientos ha sido la acumulación de tiempo sin vacaciones, mi ajetreada vida laboral y estudiantil, y la inestabilidad emocional que me costó el último episodio con Antonio.
Súmese a eso que ya tengo 24 años, y, al igual que los electrodomésticos de una casa, ya no se le puede pedir al cuerpo que funcione en forma perfecta. Menos a mí, que ya desde mi nacimiento venía con defectos de fábrica, por lo que molesto a mi mamá diciéndole que me consiguió en un outlet de segunda selección.
Bueno, a estas alturas de la vida, era obvio que esta segunda selección comenzara a mostrar sus fallitas…lo único que espero es resistir por lo menos hasta el 13 de diciembre, día que doy mi último examen en la universidad y podré tomar vacaciones como la gente. Por mientras, me encremaré, me enpastillaré, dormiré las ocho horas reglamentarias por noche y, en resumen, seré una buena niña.

Monday, November 22, 2004

Borrón y cuenta nueva

¿Alo? Tuut Tuut Tuut fue exactamente mi pensamiento al recibir ayer la visita de Antonio. Sus actos y palabras iniciales ya auguraban el desastre: un beso sin ganas y un “vengo a hablar contigo” nunca han sido signos de una relación que comienza con el pie derecho. Esta no fue la excepción, porque luego de unos cuantos rodeos sin sentido, me dice que lo mejor es que dejemos las cosas hasta aquí. Es decir, que no nos veamos más.
Mi cara de desconcierto debió de ser mayúscula, porque hace exactamente una semana atrás figurábamos como dos tortolitos en el cumpleaños de una amiga, disfrutando a concho el estar juntos. No me pregunten qué mierda pasó en esos siete días, lo único que sé, y que cada vez me sorprende más, es la siempre incierta conducta de los hombres, y nuestros siempre fallidos intentos por entenderlos.
Las razones que me dio fueron variadas, desde el trabajo no me deja tiempo para una relación hasta tú te mereces alguien que se dedique más a ti, hasta soy un pendejo y lo reconozco. La primera, no tiene justificación de ningún modo, porque hasta yo, con trabajo, magíster, clases de inglés y sin una nana que me haga aseo en mi casa, me haría el tiempo si realmente la otra persona me interesa. Ya la segunda razón la vengo hallando más razonable, o la pura y santa verdad, dado que soy una mujer suficientemente bonita, inteligente y simpática para andar mendigando un minuto de cariño o de atención; la tercera razón, obviamente es cierta, puesto que no tengo ninguna especie de autoridad para discutir la pendejez de un gallo de 25 años que se reconoce a sí mismo como tal.
Pese a estos consuelos, es obvio que me siento un poco mal, herida en el orgullo y frustrada, más que por que perder lo que había (que, en honor a la verdad no era mucho), por perder lo que nunca fue, todas esas ilusiones que uno se va armando si las cosas van tan bien como lo iban hace menos de una semana atrás. La verdad, no tengo idea de si este hombre estará conciente de que con sus actos lo único que logró es que yo desconfíe aún más de todos los especimenes del género masculino, y que, como hace un tiempo atrás, piense seriamente en el celibato o la soltería de por vida como una opción de vida.
Y es que ya es mucho lucho lo que me ha tocado este último tiempo. Al periodista psico, se suma el nunca bien ponderado Mister Miércoles y ahora el niñito rollento, porque este sí que a rollos, no lo ganan ni diez mujeres juntas. El mito popular dice que somos las mujeres las que nos enrollamos y hacemos problemas hasta por la comida que comemos, pero este individuo demuestra que existen notables excepciones. O sea, ¿Qué me dicen de alguien que se asusta por un par de besos después de cuatro largas citas? ¿O de alguien que de una semana a la otra, cambia de ser el amoroso hombre que te abraza y mira las estrellas contigo hasta darte una patada en el poto por miedo al compromiso?
Ahora, puedo decir que no quiero ver a ningún hombre ni a diez metros de distancia, que no le creeré a ninguno ni lo que reza y que, de verdad, de verdad, los encuentros de una noche o los amigos con ventaja son la mejor opción. No compromisos, no rollos. Pero sé (como muchos de ustedes), que en el fondo me estoy engañando a mí misma, y que en algún rincón de mi corazón seguirá la búsqueda, sin perder la esperanza, de alguien que realmente valga la pena.
Para no ver esta situación de niña-fea-rechazada-por-la-vida como una vía rápida hacia la autocompasión y depresión, tendré que verla como siempre he visto los reveses del destino: como una jugada divina que me avisa que en realidad no era ahí donde encontraría lo que buscaba, sino en otra parte, a la vuelta de la esquina o más lejos.
Es en estos minutos cuando levanto la cabeza, limpio mis lágrimas y sigo adelante, siguiendo al pie de la letra mi dicho favorito: “Mala cueva dijo el conejo…¡¡¡Y se cambió de hoyo!!!!” Ojalá encuentre uno más confortable…

Thursday, November 18, 2004

Quien se acuesta con niños…

Lo decidí: Nunca más me meto con hombres menores que yo. Pero de verdad, ni siquiera un mes, un día o un segundo. Ya sé lo que van a decir, y es que en el momento menos pensado puede aparecer en mi vida el hombre perfecto, ese con el que siempre he soñado y que me va a importar un pepino si es menor que yo. Lo asumo y lo acepto, pero mientras eso no ocurra, miraré hacia arriba a los siguientes prospectos de mi vida. Lo digo por mi propia experiencia, pero también por la de mis amigas y amigos, quienes se han visto a merced de pendejos y pendejas inmaduros y faltos de escrúpulos.
Lamentablemente para mí, siempre he tenido una especial debilidad por los hombres con cara de guaguas, y desafortunadamente casi siempre la cara coincide con su edad cronológica, lo que me ha hecho pasar bastantes malos ratos.
Relacionarte con una persona de menor edad que tú no es taaan terrible cuando ambos están en lo mismo, tal vez en el colegio, o la universidad, donde ambos tienen más o menos las mismas prioridades en la vida y el mismo tiempo libre, donde verse un lunes a las 11 o 12 de la noche para carretear no presenta mayores complicaciones, o los dos deben llegar a sus casas a horas decentes por el tema de los permisos.
Sin embargo, ya trabajando la cosa se complica. ¿Recuerdan a Mister Miércoles? Pues bien, él, pese a sólo tener un año menos que yo, estaba en tercer año de su carrera, y yo sabía que el tema de que yo estuviera trabajando, viviera sola y fuera medianamente independiente le complicaba más de lo que estaba dispuesto a asumir. De hecho, creo que esa fue una de las razones para huyera despavorido ante la sola mención de la palabra “relación”, tomando el camino de salida cuanto antes.
Lo más terrible de salir con niños es que uno, quiéralo o no, comienza a exigirles otro tipo de conducta, que coincida con tu propia madurez. Y eso, lógicamente, es imposible, como pedirle peras al olmo, frutillas a un alerce o melones a un aromo.
Por ejemplo, una amiga mía muy cercana, que comenzó a salir con un universitario dos años menor, iba caminando a su lado por pleno centro de Santiago, cuando a él se le ocurre invitarla a comer pizza. Ella accedió, encaminando sus pasos hacia una Telepizza cercana, mientras él tomaba el camino contrario para comprarle una en plena calle, de esas que venden en las veredas. Obviamente, mi amiga se quedó de piedra, se comió la famosa pizza con un sentimiento indescriptible de asco y después se prometió a sí misma buscar en el futuro a una persona un poco más pudiente. Sé que, nuevamente, este es un caso extremo, pero ¿No les ha pasado alguna vez que están en un lugar donde no calzan para nada?
A mí sí, una vez que acompañé a mi ex a un cumpleaños de un compañero de universidad. La imagen era la siguiente: yo, con bluejeans celeste claro, polera rosada y tierno maquillaje, en un carrete netamente universitario, donde todos amaban el heavy metal, de negro, cadenas e implementos góticos, con Rush, Sepultura y System of a Down de telón de fondo, combinado con botellas de cerveza que corrían de boca en boca en el patio de la casa del cumpleañero, y todos hablando en un idioma absolutamente desconocido para mí. De hecho, ahora que lo pienso, creo que ha sido una de las ocasiones de la vida en que me he sentido absolutamente como pollo en corral ajeno. Claro está que eso puede pasar con alguien menor o mayor que tú, pero en otra ocasión, simplemente no lo hubiese acompañado y punto.
Y como esto no puede resultar cierto sólo para un lado, también he conocido bastantes casos de amigos que han pasado las de Quico y Caco por meterse con niñitas colegialas, donde obviamente la madurez no es algo que sobre en sus dulces cabecitas. A veces, ellos mismos me han reconocido que han caído en esa situación por inseguridades propias, que los llevaron a buscar a alguien indefenso, para sentirse necesitados por alguien, pero luego se han dado cuenta de que han caído en el juego de ellas y que es muy difícil salir de sus manipulaciones y jueguitos. Obviamente, esto no pasa todo el tiempo, porque también existen colegialas centradas y maduras, que logran llevar a buen término una relación.
Lo que sí temo, es que en esta época al parecer la “pendejez” masculina se extiende como una peligrosa enfermedad, sin respetar edad cronológica, raza, estado civil o religión. Hombres de 17, 20, 25, 30 y 40 años huyendo a la sola oída de la palabra “compromiso” y para qué decir “matrimonio”, que buscan solamente tener amigas con ventaja sin consecuencia alguna, indecisos en este nuevo mundo donde las mujeres ya no los necesitan tanto como antes, y seguros de que la juventud es un estado del que jamás van a salir.
Por lo tanto, en este nuevo mundo, las afortunadas que ya han conocido a un hombre dulce, comprometido y maduro ¡¡No lo suelten por ningún motivo!!
Para las que no, sólo nos queda seguir buscando en este triste valle de lágrimas, poner a San Antonio, San Expedito, Santa Rita y todos los santos de cabeza y rezar por que aún quede alguien de esa extraña raza…¡¡Mucha suerte!!


Wednesday, November 17, 2004

Mujeres (y hombres) infieles

Hora: 20.00.
Lugar: La comodidad del hogar
Situación: Cualquiera de las miles de telecebollas de la TV
Tema de hoy: Infidelidad v/s Fidelidad

Debo confesar algo: la verdad es que soy bastante liberal para algunas cosas, pero a veces se me sale el alma cartuchona-de-colegio-de-monjas que llevo dentro y hasta los opus se asustan.
Cuando vi el primer capítulo de las teleseries que se están dando ahora, o pude cachar más o menos de qué se iban a tratar, ya comencé a pasmarme un poquito. Más adelante, cuando veo comencé a mirar un poco más las historias y los personajes, definitivamente me superó. Creo que más que nada, porque en mi cabecita aún no entra la idea de que exista alguien con instintos tan perversos como Gabriel de Tentación, o que de un día para otro, y sin previo aviso, puedas echar por la borda, sin marcha atrás, un feliz matrimonio de más de diez años porque conociste a una mujer que te dio vuelta la tortilla.
Lo peor fue cuando hice el comentario de mi pasmo en un cumpleaños familiar. La respuesta de todos los que estaban en la mesa (de una edad promedio de 40 años, por lo que debo concederle algún beneficio de credibilidad a su comentario), fue: ¡Pero si esas cosas pasan todo el tiempo!, procediendo a contar innumerables historias sobre hombre que se metían con la madre y la hija al mismo tiempo, hijos nacidos de una relación incestuosa, mujeres que descubrieron que su marido era gay después de 20 años de matrimonio y tres hijos a cuestas y otro montón de situaciones dignas de la dimensión desconocida.
Además, hace poco realicé un viaje con un amigo que, después de haber vivido algo más de 40 años, haber tenido dos hijos fuera del matrimonio y a quien nunca le faltan las mujeres, me aconsejó que nunca creyera en ningún hombre, porque todos, sin excepción, están cortados por la misma tijera, o sea, SU propia tijera, la cual consiste en conquistar, hacer ojitos y hacerse el enamorado hasta lograr el botín: o sea, sexo.
Obviamente, mi ingenuidad o mi desesperada necesidad de creer en el amor me lleva a seguir en la búsqueda del amor verdadero, pero sin embargo, creo que necesito ser más cuidadosa, después de los miles de casos que han llegado a mis oídos.
Primero que nada, explicaré mi propio pensamiento respecto a la infidelidad, aunque mi filosofía es bastante más amplia y se puede aplicar a diversos temas. Aprovecho de aclarar que no soy una especie de blanca paloma, que no tenga pito que tocar en el cuento. Una sola vez en mi vida he sido infiel, y me sentí tan, pero tan mal, que en cuanto regresé tuve que contárselo a mi pololo y terminar con él, porque pese a la improbabilidad de que supiera lo que había pasado, mi conciencia no quedaba tranquila. Después de eso, me quedaron re pocas ganas de hacerlo de nuevo, sobre todo por el daño que causé, y por cómo me habría sentido yo siendo la traicionada. Creo que todo parte por eso: Por no hacerle a otros lo que no quieres que te hagan a ti.
Si todos cumpliéramos siempre con este principio, la verdad es que el mundo sería mucho más feliz. Pero como somos humanos, y erramos el rumbo a veces, es obvio que no podemos evitar que ciertas cosas sucedan. Eso sí, hay veces en que el rumbo se desvía sólo un poquito, pero en otras ocasiones….UFFFF, se necesitaría nacer de nuevo para enmendar las cosas.
Por ejemplo, el otro día supe de un caso donde una niña descubrió que su papá tenía una familia paralela. O sea, no una amante esporádica, ni un amor de juventud, ni una prostituta de la vida, sino otra familia. De hecho, ella conoció a sus medios hermanos (uno de su misma edad) y su mamá descubrió, después de más de quince años, que su marido la engañaba desde el primer momento en que se conocieron…Bueno, en este caso específico también pienso en el pobre señor, manteniendo a dos casas, dos hileras de hijos y dos mujeres, donde después de quince años obviamente ya no era la amante complaciente, sino su señora de tomo y lomo.
Sin embargo, ¿Alguien me puede decir cómo llegas a entender que tu marido te ha estado mintiendo, a ti y a tus hijos, por más de diez años? ¿Cómo perdonas una cosa asi?
Sí, ya se que me fui al chancho con el ejemplo, pero es para que sepan que esas cosas no solo pasan en las películas…Vamos ahora a la infidelidad básica, esa que hasta se comprende y se acepta porque el “hombre es hombre” y tiene que obedecer a sus instintos. Personalmente, creo que la infidelidad siempre es mala y hace año, independiente del tipo de infidelidad, grado de incursión o lo que sea. Lo digo porque conozco el caso de un tipo que no ha tenido sexo con la mujer que sale paralelamente a su esposa sólo por no “serle infiel”. Yo considero que ya lo es bastante, y que eso no suma ni resta nada para su caso en particular, independiente de que no puede existir en el mundo una sensación más desagradable que saber que tu marido ha estado con otra mujer ¡¡¡En tu propia cama matrimonial!!!
En el fondo, creo que uno siempre sabe cuándo está en el borde mismo de la infidelidad, cuándo el paso siguiente es demasiado peligroso para conservar la integridad de tu relación, y es en ese minuto donde se toma la decisión: el entro o no de la protagonista de Infidelidad, que habría ahorrado tantos dolores de cabeza. Es en ese minuto donde hay que trazarse los propios límites, y, por qué no, considerar la posibilidad de dejar a tu
pareja y probar nuevos horizontes. Para mí, el necesito un tiempo para pensarlo, sólo fue un desliz, no sé que quiero, no valen. Al pan pan y al vino vino.
Después, ya es demasiado tarde para arrepentirse. No se puede volver atrás por ningún camino, salvo el perdón sincero y verdadero, ese que es el más difícil de otorgar. ¿Estarían dispuestos a perdonar una infidelidad?




Tuesday, November 16, 2004

Superada por la vida

Ya es fin de año. Antes parece que la vida era más lenta, o las cosas funcionaban de otro modo. Casi me fui de espaldas el otro día, cuando fui al mall a comprar miles de cosas que tenía pendientes y me encuentro nada más ni nada menos que con el viejo pascuero sentado en su sillón ¡¡¡La primera semana de noviembre!!! Para que hablar de la ropa de temporada, porque mientras uno todavía anda con botas con chiporro, gorro de lana y paraguas, ya las tiendas presentan el famoso avance de primavera verano, que si tiene alguna utilidad en la vida es para que te des cuenta de que todo lo que compraste el verano anterior ya está tan pasado de moda, que si te lo pones harás el soberano ridículo, o que ya estás un año más vieja y debes asumirlo como parte de la vida.
Yo, para variar, ando con síndrome de fin de año, o “superada por la vida”, con el cerro de cosas que me quedan por hacer antes de navidad. De verdad, si se pudiera aún escribir una carta al viejo pascuero, le pediría que por favor hiciera magia para alargar las horas de cada día, o me hiciera a mí mucho más veloz para hacer las cosas.
Y claro, junto con el síndrome (que significa despertarme a medianoche pensando en las cosas que no hice durante el día, o con el fantasma de pruebas o trabajos que me impiden respirar), viene también la consabida pregunta que me hago todos los años al llegar diciembre ¿Quién %&@# me manda a meterme en tanta cosa? Trabajo de tiempo completo, clases de magíster, clases de inglés y algunos pitutos por aquí y por allá completan mi aterrador panorama de fin de año, por lo tanto, cuando llega navidad, fecha en que por lo general ya he terminado todo lo que tengo que terminar, me hago el firme propósito de no meterme en tanta cosa, y dedicarme alguna vez en la vida a disfrutar de más tiempo libre…
Pero claro, como buena ariana inquieta e hiperkinética, ahí voy de nuevo, llenándome de cosas y haciéndome colapsar nuevamente. Obviamente, todas las cosas que hago me gustan (si no no haría nada), y creo que de algo me va a servir en la vida. Pero a veces, me dan unas ganas enormes de tirar la esponja y mandar todo a la punta del cerro por un ratito; llegar a mi casa, tirarme en la cama y sólo pensar en leerme un buen libro, conversar con una amiga, o simplemente mirar el techo de mi casa.
Entonces, siendo mediados de noviembre del 2004, digo con todas las letras: este otro año sí que dedicaré más tiempo a disfrutar de mí misma, de mi familia y de las personas que quiero. Claro que cuando no esté trabajando, ni haciendo la tesis, etc, etc…jajajaa

Tuesday, November 09, 2004

"Marcados" por los ex

Anoche, conversando por teléfono con un amigo, me confesó que hasta el día de hoy lo pena una mujer de su pasado, una “ex” definitivamente sacada de la más tenebrosa película de terror, donde “Bajos Instintos” es una alpargata vieja y deshilachada. Llamadas por teléfono a horas insólitas, apariciones inesperadas en la puerta de su casa (con golpes y pataletas incluidas en la escena) e intentos desesperados por recuperar su amor, lo dejaron marcando ocupado hasta el día de hoy.
No es el único caso que conozco. La Jose terminó con su pololo hace más de un año, después de cinco años de una relación que podría considerarse normal. Después del término de esta, el individuo cambió radicalmente. No pudiendo aceptar de buenas a primeras, ni a segundas, ni a terceras, el que simplemente la relación había terminado, comenzó una historia de llamadas escalofriantes, amenazas varias y persecuciones hasta el lugar de trabajo, de colación y la casa de la Jose. A veces, ella volvía de madrugada, y ahí estaba el susodicho, parado en la puerta, interpelándola duramente por haber salido con “otro”, y haciéndole la vida imposible. Aún hoy, más de un año después, vuelve a aparecer como un fantasma cualquiera, según él, sólo para saludarla y saber de su vida, hasta que de repente se le sale un “mi amor” o algo así, con lo que a la Jose le dan unas ganas de salir huyendo despavorida, lo más rápido que pueda, alejándose del teléfono para siempre.
Bien sé yo que el término de una relación donde uno pone todos sus proyectos y esperanzas es bien duro. Más aún cuando es el otro el que decide terminar, dejándote con un millón de preguntas y con la sensación de que “algo” pudiste hacer y no hiciste. Confieso que algunas veces he tenido la tentación de llamar nuevamente al individuo para aclarar qué fue lo que pasó, pero finalmente me doy cuenta de la inutilidad de esa acción. Gracias a Dios, hasta ahora no me ha tocado ningún ex psicopatón, que me persiga por la vida o me amenace en plena vía pública, pero me imagino que es una experiencia que no se olvida tan fácilmente. Lo que sí he vivido, además, con el primer hombre de quien me enamoré en la vida, una desilusión de proporciones, en parte causada por mi propia inexperiencia en cosas de amor y en parte porque él se portó como un cerdo conmigo, despreciando todo el cariño que le entregué, y dejándome con el corazón partido en dos de sufrimiento.
Sin embargo, a pesar de que siempre que conozco a alguien nuevo tengo un poco de miedo de lo que va a pasar en el futuro, haciéndome un montón de preguntas del tipo ¿Responderá positivamente a mi cariño? ¿Recibiré lo que merezco, es decir, en proporción a lo que doy? Finalmente siempre termino entregando una nueva oportunidad a mi propia esperanza, y si finalmente no resulta como lo pensé, miro de nuevo adelante y me digo que fue sólo porque Dios me tiene una mejor sorpresa a la vuelta de la esquina.
Sin embargo, entiendo que hay cosas más difíciles de superar. Mi amigo, por ejemplo, me confesó que ahora cada vez que conoce a una nueva mujer, se mantiene por mucho tiempo a la defensiva, temiendo por su integridad psicológica si resulta ser otra de iguales características a la que conoció en el pasado. Obviamente, esto es bueno, porque va mirando cuidadosamente en qué terreno pone cada paso, pero por otro lado, comienza todas las nuevas relaciones temeroso, pensando a cada minuto que la mujer que tiene delante se va a volver un ogro psicopatón, cerrándole las puertas a la esperanza de una buena relación. Creo que a la Jose le pasa más o menos lo mismo, es decir, vive una crisis de confianza seria con el sexo masculino, y no cree ni en lo que rezan los nuevos prospectos.
Ambos tienen un miedo horrible, y a veces, inconfesado, de volver a pasar por la misma experiencia de terror, y estoy segura de que nadie los culparía por esto. Eso sí, hay que estar conscientes de que, entre todos los sentimientos que existen en este mundo, uno de los más paralizantes es precisamente el temor. Por miedo a tirarse a la piscina, uno nunca aprende a nadar; por miedo a caerse, nunca le sacas las rueditas chicas a tu bicicleta; por miedo a vivir, puedes quedarte parado por años de años en la misma parte, sin atreverte a ser feliz.
¿Será que mi naturaleza no aprende nunca de las experiencias del pasado? ¿Será que soy muy osada para enfrentar la vida? Obviamente, el vivir así me ha traído bastantes amarguras, que tal vez me habría ahorrado de pensar de un modo diferente. Pero también me ha traído los momentos más gratos de la vida, esos que nunca se recuerdan sin una enorme sonrisa en el rostro y la sensación de que finalmente, la vida es demasiado corta como para no aprovecharla al máximo.