Thursday, October 14, 2004

Pancha Repelex

Luego de tantos meses sin un perro que me ladre en serio, he comenzado a preguntarme qué diablos pasa conmigo. Porque lo sé, es muy fácil echarles toda la culpa de mi sequía amorosa a los hombres, quienes no ven la tremenda mujer que se están perdiendo. Sin embargo, he reflexionado sobre el tema y he llegado a la conclusión de que simplemente no pueden existir en este planeta tantos hombres ciegos, porque de ser así, la solución más justa es renunciar a mi búsqueda y meterme de monja en algún convento (ya, es verdad, le puse mucho, pero la verdad es que ha he comenzado a pensar en comprarme más de un gato e introducirlo secretamente a mi departamento, comenzando mi ascética vida de solterona).
En vez de apresurarme con eso, pues aunque no llueve gotea, como dice el dicho, me pondré las pilas y analizaré los problemas con los que me he encontrado para encontrar alguien como la gente.
Punto 1.- El lugar.
¿Alguien me puede decir dónde, en esta enorme ciudad, hay algún lugar donde se pueda conocer a gente adulta, tomar y bailar y no pagar un ojo de la cara por ello? O sea, yo gano un modesto sueldo, que me permite pagar las cuentas, el arriendo y algunas otras cosas, pero definitivamente no me entra en la cabeza gastar el 10% de él en ir a lugares top. La alternativa, sin embargo, es ir a fiestas masivas o universitarias, donde tomas, sí, bailas, sí, pero en el minuto en que alguien que no esté curado como zapato (cosa ya muy difícil de encontrar), te saca a bailar, la primera pregunta que te hace es ¿Qué estudias?. Es bien deprimente, pues uno de los requisitos casi básicos para salir con alguien es que ese alguien sea profesional o trabaje, y que ya no viva con sus papás. La verdad es que no me voy a hacer la cucha: efectivamente he salido con hombres menores que yo (incluso mi ex lo era) y tengo cierta debilidad por los que tienen cara de niñitos, con lo que mis amigos me molestan toda la vida, pero ahora, si estamos pensando en algo serio, tiene que estar en otra parada en la vida, y no pensando en si le alcanza la mesada para pagar la micro de vuelta a la casa.
Por otro lado, las veces en las que he ido a otras partes, donde se supone que va la gente como yo, además de pagar mucho por un trago, aburrirme como ostra observando cómo los hombres que me parecen interesantes se toman de la mano o se besan con sus mujeres, he sido lastimosamente acosada por unos viejos pelados, casados la mayoría de las veces, que se las dan de lolos sacando a bailar a mujeres que podrían ser sus hijas y hasta sus nietas. Frente a las alternativas, me quedo con fiestas universitarias.
De todas formas, aún hay una tenue esperanza: esas juntadas en la casa del amigo de tu amigo, donde llegan personas de los más variados lugares. Yo encuentro que es la mejor alternativa, pero si contamos con que mis amigos no van variando mucho con el tiempo, se supone que técnicamente ya conocí todas las alternativas, y ninguna me ha parecido realmente interesante.
Punto 2: La parada en la vida
Ya adelanté un poco de qué se trata. La verdad es que casi todos mis fracasos amorosos de este último tiempo se han debido, más que nada, a que ambos dos estábamos absolutamente en paradas distintas de la vida. Obvio. Mister Miércoles, por ejemplo, aunque tenía mi misma edad, todavía estaba en la universidad, luego de haber pasado por una carrera anterior que no le gustó. Como la mayoría de los universitarios, huyó despavorido en cuanto tuvo algún indicio de estabilidad en la relación, y fue bastante honesto antes de huir, de decirme que él cachaba que yo andaba buscando otra cosa. Por otro lado, hace algunos meses comencé a salir con un compañero del magíster, treintón y con un hijo, quien pensé que por fin se ajustaba a los parámetros de una vida más estable, aunque algo debió de alarmarme el que tuviese un hijo en otra región y él estuviera en Santiago. Me engañé completamente. La verdad es que él buscaba sólo pasarlo bien, al igual que el universitario Mister Miércoles. Parece que la cosa no va por la edad, sino por la madurez. He de confesar que también a veces yo he buscado sólo pasarlo bien, sin pensar más que en disfrutar el momento, e incluso ahora estoy disfrutando a concho mi soltería. Sin embargo, a veces también me dan ganas de enamorarme hasta las patas, de sentir esas mariposas en la guata al acercarse él, de que alguien se la juegue por mí hasta que me gane, de, en fin, sentir que hay alguien que no es mi familia, que me adora por lo que yo soy…¿Seré muy idealista?
Punto 3. Mi propia forma de ser
Ya. Dejaré de quejarme de los hombres que me han tocado y me centraré en mí misma. Creo que he descubierto en parte el problema que me aqueja, y más grave aún es que me niego a cambiar.
La madre del cordero, como diría mi propia madre, es que soy una persona demasiado trasparente. Cuando digo esto, no es para nada que me esté echando flores, porque varios malos ratos me ha traído. Lo que quiero decir con esto es que, por ejemplo, si alguien me gusta, se me nota hasta en la punta del pelo, por lo que es imposible mantener mis sentimientos en secreto. Más allá, me carga todo lo que huela a manipulación, a juegos estúpidos y al eterno asuntito de “hacer como que no te pesco, porque si sabes que te quiero me vas a dejar de tomar en cuenta”.
La verdad es que a mí eso siempre me ha parecido una tontera, pero a lo largo de mi vida he visto como amigos míos caen como moscas, enamorados hasta decir basta de mujeres que sólo han jugado al gato y al ratón con ellos, con la típica “te quiero, pero no te quiero”, “dame tiempo para pensar” y "es que no estoy segura”. Como cuales abejas embrujadas por la miel, todos han caído rendidos a sus pies, mientras yo, con mi sinceridad brutal, pierdo uno a uno a mis galanes por fome.
Y es que para mí las cosas son fáciles. O quieres estar con alguien o no, y punto. Si alguien te gusta de verdad, como para comenzar una relación, no le puedo hallar sentido a esas manipulaciones y juegos estúpidos del tira y afloja, los cuales, sin embargo, parecen dar excelentes resultados.
Tal vez me tenga que convertir en una mujer fría y manipuladora para conseguir un hombre. ¿Estará el mundo preparado para la nueva Pancha?

1 comment:

Gustavo Francia said...

Hola, recien doy con tu Blog, muy divertido por cierto, pero real... yo tambien me pregunto lo mismo... ¿Qué hago yo para que ninguna caiga en mis brazos?, dudo mucho que tenga que ver con el desodorante... voy por los treinta y tres... y nada de aterrizar con nadie... aunque te confesare que esto del afane (aca en el peru le decimos asi al Pololeo)... como que ya da flojera...
Saludos y Prosperidad!

(desde Lima-Peru.)